El Rey Vikingo y la Bebé del Bosque



Era un hermoso día en el reino de Aranholm, donde vivía un valiente rey vikingo llamado Harald. Era conocido no solo por su fuerza en batalla, sino también por su gran corazón. Un día, mientras exploraba los bosques cercanos a su castillo, algo inesperado ocurrió.

Mientras caminaba entre los árboles altos y frondosos, Harald escuchó un suave llanto. Intrigado, se acercó y, para su sorpresa, encontró a una bebé abandonada en una pequeña cuna de hojas.

"¿Quién te ha dejado aquí, pequeña?" - murmuró el rey, agachándose junto a ella.

La bebé tenía unos ojos grandes y brillantes que lo miraban con curiosidad. Sin dudarlo, Harald la levantó con cuidado.

"No temo a los desafíos, y cuidar de vos será uno más, un bello desafío" - dijo sonriendo.

Con gran ternura, Harald llevó a la bebé de vuelta a su castillo. Allí, su esposa, la reina Ingrid, quedó maravillada al ver a la pequeña.

"Harald, ¿de dónde la has traído?" - preguntó, mientras acariciaba la carita de la niña.

"La encontré en el bosque, creo que necesita un hogar" - respondió Harald con firmeza.

Decidieron llamarla Freya, un nombre que significaba 'hermosa'. Con el paso de los días, Freya se convirtió en la alegría del reino. Todos los vikingos admiraban su risa y su dulzura. Harald e Ingrid enseñaron a Freya sobre el valor de la amistad y la bondad, y la pequeña creció rodeada de amor.

Un día, mientras Freya jugaba en el prado, se acercó un grupo de niños del pueblo.

"¡Hola! ¿Querés jugar con nosotros?" - le gritaron, felices.

"Claro, ¡me encantaría!" - respondió Freya, corriendo hacia ellos.

Sin embargo, no todos eran tan amables. Un niño del grupo, llamado Bjorn, era un poco más grosero y empezó a reírse de Freya por ser diferente.

"Ehh, ¿vos? ¿Qué hacés jugando con los chicos? No sos de aquí, ¡no podés ser parte de nuestro juego!" - dijo Bjorn, haciendo muecas.

Freya, aunque al principio se sintió triste, recordó las enseñanzas de su mamá.

"Yo puedo jugar igual, porque jugar es para todos. ¿No quieres ser mi amigo también?" - insistió Freya, con una sonrisa.

El resto de los niños miraron a Bjorn, rechazando su comportamiento. Al ver la confianza de Freya, Bjorn comenzó a reflexionar.

"Tal vez... deberíamos dejarla jugar. Es solo una niña, al igual que nosotros" - dijo uno de los niños.

Interpelado por el ímpetu de sus amigos, Bjorn se sintió un poco avergonzado.

"De acuerdo, Freya. Juguemos todos juntos" - dijo, su tono ahora más amable.

Así, Freya y los niños jugaron en armonía. Esa tarde, el rey Harald observó desde lejos, orgulloso de la valentía y la amistad que su hija había promovido en el grupo.

Pero la historia no terminó allí. Después de un tiempo, un anciano del pueblo llegó al castillo, con una gran noticia.

"Rey Harald, hemos encontrado a los padres de la pequeña Freya. Eran de un pueblo cercano y han estado buscándola desde que se perdió" - le dijo el anciano.

El rey, aunque se sintió sorprendido, sabía que lo correcto era devolvérsela a su familia. Así que tomó su decisión.

"Debemos llevar a Freya a su hogar, donde pertenece. Pero siempre será parte de nuestra familia" - afirmó Harald, con determinación.

Cuando la familia de Freya llegó, la pequeña corrió hacia ellos, abrazándolos fuerte.

"¡No me dejen sola nunca más!" - gritó de felicidad, mientras los ojos de Harald se llenaban de lagrimas.

"Siempre estarás en nuestros corazones. Te queremos, Freya" - dijo la reina Ingrid, acariciando la mejilla de la niña una vez más.

A partir de aquel día, Freya dividió su tiempo entre el reino vikingo y su hogar, aprendiendo lo mejor de ambos mundos y, sobre todo, llevando un mensaje de aceptación y unidad.

Y así, el Rey Harald aprendió que una gran fortaleza también reside en abrir el corazón a los demás y que la verdadera nobleza proviene de amar sin condiciones.

Desde entonces, la leyenda de Freya se esparció por todo el reino, enseñando que las diferencias son lo que nos hacen únicos, y que la amistad puede superar cualquier obstáculo.

FIN.

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