El Río del Tiempo y el Fantasma Alegre



Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, había un río brillante y cristalino que se llamaba Río del Tiempo. A la orilla de este río vivía un fantasma llamado Blanco, un espíritu amable que se había quedado atrapado en el lugar donde solía jugar cuando era un niño. A pesar de su apariencia traslúcida, Blanco siempre sonreía y se la pasaba cantando alegremente.

Un día, mientras flotaba cerca del agua, vio a una niña llamada Lucía que se sentaba sola, mirando el río con tristeza. Blanco decidió acercarse a ella.

"Hola, pequeña. ¿Por qué estás tan triste?" - preguntó Blanco, con su voz suave y melodiosa.

Lucía, sorprendida pero curiosa, respondió:

"Hola... No sé, estoy aburrida y no tengo con quién jugar. Mis amigos se han mudado y yo me siento sola."

Blanco, sintiendo la tristeza de Lucía, decidió ayudarla.

"¿Qué te parece si jugamos juntos? Yo conozco muchos juegos que podemos jugar aquí, en el Río del Tiempo."

Intrigada, Lucía asintió con la cabeza.

"¿De verdad? ¡Eso suena divertido! Pero, ¿cómo podemos jugar tú y yo?"

"Yo puedo hacer que el agua brille y forme figuras. ¿Te gustaría intentar?" - dijo Blanco emocionado.

Lucía sonrió por primera vez y asintió. El fantasma agitó sus manos y el agua del río empezó a brillar con colores vibrantes.

"¡Mirá!" - dijo Blanco mientras creaba un pez de colores que saltaba en el agua.

"Ahora intenta atrapar a mi pez, ¡es muy rápido!"

Así fue como comenzaron a jugar. Lucía reía mientras intentaba atrapar al pez y Blanco hacía que el río se llenara de nuevos amigos de agua. Jugaron todo el día, saltando, riendo y creando historias en la orilla.

Sin embargo, mientras se divertían, Lucía supo que sus amigos de carne y hueso eran importantes para ella. Le explicó esto a Blanco, quien la escuchaba atentamente.

"¿Qué puedo hacer para ayudarte a sentir mejor?" - preguntó.

"Me gustaría aprender sobre el río y cómo hacerlo más hermoso para que mis amigos quieran venir a jugar aquí también" - respondió Lucía.

Blanco pensó por un momento y luego sonrió "¡Esa es una idea maravillosa! El Río del Tiempo también necesita amor."

Blanco llevó a Lucía a un rincón especial del río. Allí había mucha basura y plantas secas.

"Veamos qué podemos hacer juntos para que este lugar sea un espacio mágico para todos" - sugirió el fantasma.

Lucía se puso a trabajar. Juntos, recogieron la basura, plantaron flores y pintaron pequeños mensajes de amistad en piedras.

"¡Mirá cómo cambia!" - dijo Lucía mientras el río resplandecía con nuevos colores.

Con el tiempo, más niños del pueblo comenzaron a venir a ver lo que Lucía había hecho. Se unieron a ella y Blanco, y poco a poco el lugar se convirtió en un hermoso parque donde todos podían jugar y disfrutar.

Un día, mientras jugaban, Lucía sintió que era el momento de despedirse de su amigo.

"Blanco, gracias por ayudarme a encontrar la alegría y el amor por este lugar. Nunca te olvidaré."

Los ojos del fantasma se iluminaron con alegría.

"Yo tampoco, Lucía. Siempre estaré aquí, cuidando del Río del Tiempo y recordando nuestras aventuras."

Y así, con el río lleno de risas y juego, Blanco se desvaneció en el aire, dejando a la niña con un corazón lleno de alegría. Ahora, cada vez que Lucía escuchaba el suave murmullo del río, sabía que su amigo siempre estaría a su lado.

Y desde aquel día, el Río del Tiempo se llenó de amigos, risas y buenos momentos, todo gracias al vínculo especial entre una niña y su amigo fantasma.

Fin.

FIN.

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