El Sapo y la Princesa del Lago



Había una vez, en un hermoso bosque lleno de árboles gigantes, un lago cristalino donde vivía una hermosa princesa llamada Sofía. Su castillo se alzaba majestuosamente en la orilla, y cada día disfrutaba de paseos junto al lago, rodeada de flores brillantes y el canto de los pájaros.

Pero en el lago también vivía un sapo llamado Timo. Timo no era un sapo cualquiera; era conocido por todos por su apariencia poco agraciada. Tenía grandes verrugas y una piel de un verde apagado. A pesar de su aspecto, Timo era muy amable y siempre soñaba con hacer amigos.

Un día, mientras Sofía paseaba por la orilla, escuchó un pequeño lloriqueo proveniente de un arbusto. Al acercarse, vio a Timo, que estaba con la cabeza baja, lleno de tristeza.

- ¿Qué te pasa, sapito? - preguntó la princesa con curiosidad.

- Nadie quiere jugar conmigo porque soy feo - respondió Timo, limpiándose las lágrimas con una de sus patas.

Sofía, que siempre había sido bondadosa, sonrió y dijo - No me importa cómo te ves. Me gusta tu compañía. Si quieres, podemos ser amigos.

Timo alzó la vista con sorpresa. - ¿De verdad? ¡Eso sería increíble!

Desde ese día, la princesa y Timo comenzaron a jugar juntos. Hacían competencias de saltos, recogían flores y compartían historias. La princesa se dio cuenta de que, más allá de su aspecto, Timo era muy divertido y siempre encontraba maneras de hacerla reír.

Un día, mientras exploraban una parte desconocida del bosque, tropezaron con un grupo de animales que parecía tener un problema. Un pequeño conejito había quedado atrapado entre unas ramas y no podía salir.

- ¡Ayuda! - gritó el conejito, angustiado.

Sofía y Timo se acercaron rápidamente. Sofía dijo - Vamos, Timo, necesitamos ayudarlo.

- Yo no sé si puedo, soy solo un sapo - dudó Timo, mirando al conejito.

- Claro que podés, ¡sos muy valiente! - lo animó Sofía. - Usá tu lengua larga para desenredarlo.

Timo respiró hondo y, con determinación, extendió su lengua y logró liberar al conejito de las ramas.

- ¡Lo lograste, Timo! - exclamó Sofía, saltando de alegría - ¡Sos un héroe!

El conejito, agradecido, sonrió y dijo - ¡Gracias, Timo! Sos el mejor sapo del mundo, y no sos feo, sos valiente.

Esas palabras hicieron que Timo se sintiera diferente. Empezó a mirar su reflejo en el agua del lago y, por primera vez, se dio cuenta de que su verdadero valor no estaba en su apariencia, sino en su gran corazón.

A partir de ese día, Timo se convirtió en el héroe del bosque. Sofia siempre lo acompañaba, y juntos ayudaban a todos los animales que lo necesitaban.

Incluso los otros sapos empezaron a acercarse a Timo, deseando ser sus amigos. Nació un lazo especial entre todos ellos, y la vida en el bosque cundió de alegría.

Así, Sofía aprendió que la verdadera belleza reside en la bondad y el valioso corazón que cada uno lleva dentro. Y Timo nunca olvidó que, a veces, lo que parece feo por fuera, puede ser muy hermoso por dentro.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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