El secreto del bosque de otoño



Era una vez, en un pueblito rodeado de montañas y bosques, vivían tres amigos inseparables: Clara, Martí y Laia. Todos tenían seis años y les encantaba explorar la naturaleza, especialmente en otoño, cuando los árboles cambiaban de color y las hojas cubrían el suelo como una alfombra.

Un día soleado, decidieron aventurarse más allá de lo habitual.

"Hoy vamos a descubrir algo nuevo!"- exclamó Clara, mirando hacia el bosque que se extendía ante ellos.

"Sí! Quiero encontrar un árbol gigante!"- propuso Martí con entusiasmo.

"Ojalá encontremos algo mágico!"- añadió Laia, emocionada.

Los tres amigos comenzaron a caminar, riendo y corriendo entre los árboles. De repente, Clara se detuvo.

"¡Miren!"- dijo señalando algo brillante entre las hojas. Al acercarse, descubrieron una pequeña puerta en el tronco de un árbol muy grande. La puerta era de color dorado y tenía un pomo que parecía de cristal.

"No puede ser real, ¿verdad?"- musitó Martí, con los ojos bien abiertos.

"¿Te imaginas que detrás de esa puerta hay un mundo mágico?"- preguntó Laia, fascinada.

"¿Y si hay un dragón o hadas?"- dijo Clara emocionada.

Después de un breve, pero intenso debate, los tres decidieron abrir la puerta. Al hacerlo, un destello de luz los envolvió. Cuando la luz se disipó, se encontraron en un bosque diferente, lleno de árboles coloridos, flores que cantaban y animales que hablaban.

"¡Guau! ¡Esto es increíble!"- gritó Clara, corriendo hacia un árbol de hojas violetas que se movía al ritmo de una melodía.

De repente, un pequeño conejo apareció ante ellos.

"Hola, visitantes del mundo mágico. Soy Roco, el guardián del bosque. ¿Buscan algo especial?"- preguntó el conejo con una sonrisa.

"Estamos buscando un árbol gigante!"- dijo Martí con ilusión.

"Sigan este camino lleno de colores, y allí encontrarán al Gran Roble del Otoño, pero tengan cuidado con el viento travieso. Él les hará preguntas difíciles"- advirtió Roco.

Los tres amigos, emocionados, empezaron a caminar por el camino lleno de colores. La música del bosque los acompañaba, pero cuando se acercaron al Gran Roble, un viento fuerte comenzó a soplar.

"¡Oh no!"- gritó Laia.

"No se asusten. Solamente hay que responder las preguntas del viento"- recordó Clara.

El viento empezò a hablar.

"Pequeños exploradores, ¿qué es lo más valioso que pueden encontrar en el bosque?"- preguntó con voz profunda.

"La amistad!"- respondió Martí con seguridad.

"Y la naturaleza!"- añadió Laia.

El viento sopló suavemente, y el Gran Roble comenzó a temblar.

"Una respuesta sabia, pero ahora deben contestar una más. ¿Cómo pueden cuidar el bosque para que siempre sea mágico?"- preguntó el viento, ahora más suave.

Los tres amigos se miraron, pensaron un momento y simultáneamente dijeron:

"Reciclando, respetando a los animales y cuidando las plantas!"-

El viento aplaudió y, ante sus ojos, el Gran Roble se iluminó.

"Han respondido con sabiduría. Como recompensa, podrán llevarse un trozo de magia de este bosque"- dijo el viento, antes de desaparecer.

Del Gran Roble, cayeron hojas que brillaban como estrellas. Clara, Martí y Laia las recogieron con alegría.

"Estamos Listos para volver!"- dijo Laia, segura.

"Sí, el bosque mágico siempre estará con nosotros, y ahora tenemos un poco de magia para compartir!"- exclamó Martí.

Los amigos se despidieron de Roco y regresaron a la puerta dorada. Al cruzarla, se encontraron de nuevo en su bosque conocido, pero sintiendo que tenían algo especial.

Desde ese día, llevaron consigo las hojas brillantes como recordatorio del bosque mágico y la importancia de cuidar la naturaleza, mientras continuaban sus aventuras en el mundo real.

Y así, con risas y nuevas historias de amistad, los tres amigos aprendieron que el verdadero secreto del bosque de otoño estaba en cuidar y valorar lo que los rodeaba.

FIN.

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