El Sueño de Tomás



Había una vez un joven llamado Tomás que vivía en un pequeño barrio de Buenos Aires. Su familia no era rica, pero siempre habían tenido valores como el trabajo duro y la perseverancia. Tomás soñaba con ser empresario, pero no sabía por dónde empezar.

Un día, mientras paseaba por el barrio, vio en la vereda a su vecino, Don Luis, vendiendo tortas. Don Luis era un hombre mayor con una gran sonrisa y siempre tenía buenos consejos para dar. Tomás se acercó y le preguntó:

"Don Luis, ¿cómo hiciste para tener tu propio negocio?"

"Ah, Tomás, todo empezó con una receta familiar. Comencé haciendo tortas para mis amigos y familiares, y luego decidí venderlas en la vereda. Si realmente quieres ser empresario, necesitas encontrar algo que te apasione y trabajar duro por ello."

Tomás se fue a casa pensando en sus palabras. Decidió que, al igual que Don Luis, quería hacer algo que le gustara. Siempre le había encantado la idea de preparar batidos de frutas, así que se animó a probar.

Al principio, hizo algunos batidos en la cocina de su casa y los llevó a sus amigos en el colegio. Todos los elogiaron su talento y le dijeron que deberían venderlo. Así que Tomás decidió que era hora de hacer algo más grande.

Un sábado por la mañana, fue al mercado y compró algunas frutas frescas. Teniendo ayuda de su mamá, organizó un pequeño puesto de batidos en la plaza del barrio. Al principio, no había mucha gente, pero Tomás no se desanimó.

"¿Querés probar mis batidos? Son deliciosos y muy saludables!"

Pronto, algunos vecinos curiosos se acercaron. La mezcla de fresas, bananas y un toque de miel atrajo a los niños, que comenzaron a venir en manada.

Un tiempo después, después de charlar con otros emprendedores, Tomás dio un paso más grande. Aprendió sobre marketing y cómo mostrar su producto. Entonces, decidió hacer un cartel colorido:

"¡Prueba el Batido del Verano!"

La plaza comenzó a llenarse. A medida que más personas probaban sus batidos, Tomás empezó a recibir recomendaciones. Cada día, más chicos llegaban a su puesto, pidiendo su especialidad.

"¡Tomás! ¡Tus batidos son los mejores! ¿Cuándo vas a abrir un local?"

Era su amigo Juan, quien siempre había creído en él. Tomás se sonrojó, pero en su corazón sabía que tenía que planear más grandes cosas.

Con el dinero que había ahorrado, decidió invertir en un carrito de batidos para llevar a diferentes eventos de la ciudad. Al principio, su sueño parecía lejano, pero él se sentía motivado. Se turnó con su hermana, que lo ayudaba a preparar todo, y juntos se llenaron de alegría y pequeños momentos de risa en el camino.

Una tarde, mientras estaban cocinando, su hermana le dijo:

"Tomás, ¿puedo hacer una mezcla especial? Te aseguro que será un éxito."

"¡Claro! Siempre estoy abierto a probar nuevas ideas. ¡Hagámoslo!"

Juntos, crearon un batido de mango con un toque de coco. Lo llevaron al parque y fue un éxito. Todos lo querían probar.

Sin embargo, no todo era fácil. Un día, una tormenta llegó y destrozó oportunidades. El carro se dañó y tuvieron que cerrar. Tomás se sintió muy triste.

"No sé si seguir en esto..."

"No te rindas, Tomás. Cada empresario enfrenta momentos difíciles. ¡Vamos a repararlo y seguir adelante!"

Su hermana le dio ánimo. Juntos, repararon el carrito y lo decoraron coloridamente.

Con esfuerzo, se recuperaron y, a medida que se acercaba el verano, Tomás preparó una promoción para el Día del Niño.

"¡Los primeros 10 batidos son gratis!"

Los niños volvieron emocionados, y los padres también. Así, Tomás se sintió más feliz que nunca. Las ganancias crecieron, y decidió compartir un porcentaje con una escuela local para ayudar a otros niños a aprender sobre emprendedores.

"Me siento muy orgulloso de lo que hemos logrado juntos, Tomás. Eres un verdadero empresario."

"Y todo gracias a tus consejos y apoyo, hermana."

Al final del verano, Tomás tuvo la oportunidad de presentar su negocio en una feria de emprendedores. Con nervios, se preparó con su carrito y sus deliciosos batidos. En esa feria conoció a otros comerciantes y, más importante aún, obtuvo la oportunidad de tener su propio local.

"¡Lo logramos, hermana!"

El brillo en sus ojos era innegable. Así, Tomás y su hermana abrieron su local, que se convirtió en un lugar querido por todos en el barrio. No sólo cumplió su sueño de ser empresario, sino que también demostró que con esfuerzo, pasión y creatividad se pueden lograr grandes cosas.

Y así, cada vez que veían a un niño tomar un batido, Tomás y su hermana sonreían, recordando el viaje que los llevó hasta allí.

FIN.

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