El Sueño de Tomi



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Tomi. Era un chico curioso, siempre deseando aprender cosas nuevas. Desde que tenía memoria, Tomi soñaba con ser ingeniero para ayudar a su familia y a su comunidad. Pero había un problema: la escuela de su barrio no era la mejor y muchas veces se sentía desanimado.

Un día, mientras regresaba de la escuela, encontró un libro viejo tirado en la vereda. "Ciencia para chicos" era el título. Tomi lo recogió y, curioso, lo hojeó. Se emocionó tanto con los experimentos que decidió que iba a hacerlos uno por uno.

"¿Qué será esto?", se preguntó Tomi, mientras pasaba las páginas llenas de ideas.

Decidido a aprender más, Tomi se lo mostró a su mejor amigo, Julián.

"Mirá, encontramos un tesoro. ¿Te animás a hacer estos experimentos conmigo?", le dijo Tomi.

"¡Obvio! Vamos a volar cosas!", respondió Julián.

Los dos chicos comenzaron a experimentar. Con algunos reciclados y un poco de creatividad, pronto su patio se llenó de pequeñas construcciones: cohetes de papel, volcanes de bicarbonato y hasta un pequeño barco de cartón. Cada éxito les devolvía la confianza.

Sin embargo, había un obstáculo: su escuela no les proporcionaba muchos recursos. Un día, mientras Tomi y Julián hacían un experimento, el maestro, el Sr. Gómez, los vio.

"¿Qué hacen ustedes dos?", preguntó curioso.

"¡Construyendo un cohete, señor!", contestó Tomi con entusiasmo.

El Sr. Gómez sonrió, pero luego frunció el ceño.

"Chicos, la ciencia se enseña en clase, no en el patio", les dijo con un tono serio.

Esto lastimó un poco a Tomi. Pero en vez de rendirse, decidió hablar con su profesor después de clases.

"Señor Gómez, me encanta la ciencia, y quisiera que todos mis compañeros pudieran experimentar como nosotros."

"Es interesante lo que decís, Tomi. Pero necesitamos recursos, no puedo hacer magia", respondió el maestro, aunque con un tono menos serio.

Esa noche, Tomi no podía dormir. La idea de ayudar a los demás lo mantenía despierto. Al otro día, en el recreo, se le ocurrió un plan.

"¡Julián, vamos a organizar una feria científica en la escuela!", exclamó Tomi.

"¿Una feria? Pero no tenemos materiales", replicó Julián.

"Podemos reunir lo que nos dé la gente del barrio. Seguro en sus casas tienen cosas que ya no usan", sugirió Tomi, entusiasmado.

Con la ayuda de sus vecinos, pronto estaban listos para la feria. La noticia se corrió por todo el barrio, y hasta los padres se entusiasmaron.

El día de la feria, Tomi y Julián habían montado un generador de energía de zapatillas viejas, un volcán de bicarbonato y un plano del sistema solar hecho con frutas.

Algunos padres y la comunidad se acercaron para ver sus inventos.

"¡Esto es increíble! ¿Pueden explicarme cómo funciona?", preguntó una mamá.

Tomi y Julián, nerviosos pero emocionados, comenzaron a explicar cada experimento.

"Es muy fácil, solo necesitamos ser creativos y usar lo que tenemos", dijo Tomi.

Al final de la feria, el Sr. Gómez se acercó a ellos, con una gran sonrisa.

"¡Estoy muy orgulloso de ustedes! Esto es lo que hace falta en la educación, la curiosidad y la creatividad. Vamos a hacer más ferias como esta", les prometió.

Tomi no podía creerlo. Había logrado que su maestro se interesara más en la ciencia. La semana siguiente, el colegio organizó un taller de ciencia con todos los materiales que habían recaudado.

A medida que avanzaba el año, Tomi y sus compañeros fueron aprendiendo mucho más sobre el mundo que los rodeaba. Tomi comprendió que no solo se trataba de estudiar, sino de vivir la ciencia, de experimentar con amigos y aprender juntos.

Finalmente, al final del año escolar, Tomi fue elegido para representar a su escuela en un concurso de ciencia. Su proyecto consistía en un juego que ayudaba a los más pequeños a aprender sobre reciclaje.

"¡Lo hiciste, Tomi! ¡Estamos muy orgullosos de vos!", le dijo Julián, dándole una palmada en la espalda.

Tomi no ganó el primer precio, pero ganó algo más importante: el respeto de su comunidad y la seguridad de que con esfuerzo y creatividad, podría alcanzar cualquiera de sus sueños.

Y así, Tomi no solo cambió su futuro, sino que también inspiró a toda su escuela a soñar más grande. Al final, aprendió que siempre se puede salir adelante cuando se confía en uno mismo y se trabaja en equipo.

FIN.

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