El Tobogán de la Amistad



Era un día hermoso en el parque. El sol brillaba y una suave brisa acariciaba las hojas de los árboles. En medio de risas y juegos, un niño llamado Lucas no podía dejar de pensar en su nuevo reto: escalar la colina del tobogán más grande del parque.

- ¡Vamos, Lucas! - gritó su amiga, Sofía, desde la base del tobogán - ¡Es fácil! Solo tenés que subir y tirarte. ¡Yo lo hice!

Lucas miró hacia arriba, donde el tobogán brillaba bajo el sol. Parecía enorme, pero Sofía siempre había sido mucho más valiente que él.

- No sé… - respondió Lucas con un hilo de duda en su voz - ¿Y si me caigo?

- ¡No te preocupes! Estoy acá para ayudarte - dijo Sofía, con una sonrisa confiada. - Lo peor que puede pasar es que te rías de lo que hiciste.

Al escuchar esas palabras, Lucas decidió que podría intentar. Comenzó a subir por la escalinata de madera, respirando hondo. Cada escalón le parecía una pequeña victoria, pero al llegar a la cima, su corazón latía con fuerza.

- ¡Mira, estoy arriba! - exclamó, sintiéndose un poco más valiente.

- ¡Bien hecho, Lucas! Ahora solo tenés que deslizarte hacia abajo - le animó Sofía.

Justo cuando Lucas se preparaba, un fuerte viento sopló, haciendo que la hoja de un árbol cayera justo frente a él.

- ¡Ahhh! - gritó, olvidando por un momento su emoción. - ¡Mirá, se mueve!

- ¡Es solo un árbol! No te va a hacer nada - dijo Sofía, riendo.

Pero Lucas miró de reojo al viento, sintiéndose inseguro.

- Yo creo… creo que tengo miedo - confesó Lucas.

Sofía se acercó a él. - Está bien tener miedo, todos lo tenemos a veces. Pero el verdadero valor es enfrentar ese miedo. Te invito a que lo hagamos juntos. Cuando gritemos “¡amu! ”, te deslizas y yo me tiro al mismo tiempo. Si caemos, caemos juntos.

Lucas dudó pero vio la confianza en los ojos de su amiga.

- Está bien. ¡Vamos! 1… 2… 3… ¡amu!

Ambos se deslizaron al mismo tiempo. El viento les golpeó la cara y el grito de alegría de Lucas resonó en el aire. Cuando finalmente aterrizaron, cayeron juntos en la suave arena.

- ¡Lo hicimos! - dijo Lucas, riendo mientras se levantaba lleno de arena.

- ¡Eso fue increíble! - Sofía sonrió. - ¿Viste? Aprendiste a enfrentar tus miedos.

A medida que el día avanzaba, Lucas comenzó a deslizarse en el tobogán una y otra vez. Cada vez lo disfrutaba más y su confianza crecía.

- ¡Mirá, Sofía! ¡Soy un experto! - gritó, mientras se lanzaba otra vez.

Pero de pronto, notó que unos niños más grandes estaban mirando desde un lado del parque, riéndose entre ellos. Sintió su corazón latir con fuerza de nuevo.

- No sé si debería continuar... Ellos se ríen de mí - murmuró Lucas.

Sofía se acercó y le tocó el hombro. - No dejes que las opiniones de otros te detengan. Lo que importa es cómo te sentís vos. Si te gusta, entonces ¡hace más!

Lucas pensó en sus palabras. Había pasado todo el día disfrutando y no quería dejar que otros arruinaran eso. Así que con un brillo decidido en los ojos, volvió a subir.

- ¡Amigos, miren esto! - les gritó a los niños. - Voy a hacer la mejor bajada.

Y mientras se lanzaba de nuevo, la risa de Lucas llenó el parque, mientras que el grupo de niños grandes se detuvo, sorprendidos, y comenzaron a aplaudir.

Cuando finalmente aterrizó en la arena, se dio cuenta que había aprendido dos cosas importantes: la primera, que los miedos son naturales y que se pueden enfrentar si tienes confianza; y la segunda, que la verdadera amistad hace que todo sea más fácil y divertido.

- Siempre querré subir con vos, Sofía - le dijo Lucas, mientras se abrazaban por la emoción. - ¡Gracias por ser una gran amiga!

Y así, continuaron disfrutando de un día lleno de juegos, risa y muchas más bajadas en el tobogán. Lucas se sintió más valiente y feliz que nunca, llevando consigo la lección de que enfrentar los miedos y tener buenos amigos hace que la vida sea mucho más hermosa.

Al caer la tarde, el sol se ocultó y Lucas y Sofía se despidieron del parque, deseando volver al día siguiente para seguir compartiendo risas y aventuras.

FIN.

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