El Valor de Pancho



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de un espeso bosque, un perro llamado Pancho. Pancho era un perro aventurero, siempre curioso y con ganas de explorar. Un día decidió alejase un poco de casa y, sin darse cuenta, se adentró en el bosque.

Mientras avanzaba entre los altos árboles, sintió que todo era diferente: los ruidos de la naturaleza, el canto de los pájaros y el crujir de las hojas. Pancho estaba tan emocionado que no se dio cuenta de lo lejos que había ido y pronto se perdió.

- ¡¿Dónde estoy? ! - ladró Pancho asustado, mirando a su alrededor.

No había ningún ser humano a la vista, solo la inmensidad del bosque. El sol empezaba a esconderse, y la noche se acercaba rápidamente.

Sin saber qué hacer, comenzó a caminar, buscando un camino de vuelta a casa. Mientras tanto, en un claro del bosque, un cazador llamado Don Ramón estaba preparando su campamento.

- Es mejor que me apure - dijo Don Ramón mientras organizaba sus cosas - antes de que oscurezca del todo. No quiero quedarme aquí cuando caiga la noche.

De pronto, escuchó un sonido extraño entre los arbustos. Atraído por la curiosidad, se acercó y vio a Pancho, que estaba temblando de miedo.

- ¡Hola, perrito! - dijo Don Ramón, agachándose para hablarle. - ¿Qué haces aquí solo en el bosque?

Pancho lo miró con sus grandes ojos y ladró - ¡Estoy perdido! ¡Quiero volver a casa!

Don Ramón sonrió y le dijo - No te preocupes, yo te ayudaré. Pero primero, debes ser valiente. Hay peligros en el bosque, y debemos andar con cuidado.

Mientras recorrían el bosque, Pancho se sintió más tranquilo con la compañía de Don Ramón. Pero, de repente, un rugido resonó entre los árboles. Un tigre apareció, con mirada feroz.

- ¡Corre, Pancho! - gritó Don Ramón mientras levantaba su linterna para asustar al tigre.

El tigre, sorprendido, se abalanzó hacia ellos. Pero Pancho, a pesar de su miedo, recordó las palabras de Don Ramón sobre ser valiente.

- ¡No, no voy a dejar que nos atrape! - ladró Pancho, recordando su agilidad. Se lanzó hacia un costado, sorprendiendo al tigre y desviando su atención.

Don Ramón aprovechó la oportunidad y, con un movimiento rápido, hizo ruido con algunas ramas para hacer que el tigre retrocediera.

- ¡Buen trabajo, Pancho! - dijo Don Ramón, mientras retrocedían juntos. - Tu valentía nos ha salvado.

Tras el encuentro, siguieron su camino, y Pancho se sintió cada vez más fuerte. Finalmente, dejaron atrás al tigre y llegaron a un sendero que llevaba de vuelta al pueblo.

- ¡Mirá! - exclamó Don Ramón, señalando hacia adelante. - ¡Ahí está el camino a casa!

Pancho empezó a correr, saltando de alegría. - ¡Gracias, Don Ramón! - ladró. - ¡Nunca olvidaré el día que aprendí a ser valiente!

Don Ramón sonrió, mientras los dos se dirigían hacia el pueblo bajo el cielo estrellado. Desde ese día, Pancho no solo se convirtió en un perro aventurero, sino también en un perro valiente, dispuesto a enfrentar cualquier desafío.

Y así, cada vez que escuchaba el canto de los pájaros o el crujir de las hojas, recordaba que, con un poco de valentía y el apoyo de buenos amigos, siempre podría encontrar el camino de vuelta a casa.

FIN.

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