El Valor de Pedro



Era una vez un niño llamado Pedro que vivía en un pequeño barrio lleno de colores. A pesar de que el sol brillaba y los pájaros cantaban, Pedro pasaba sus días en silencio, observando cómo otros niños jugaban y se reían juntos. Mientras sus compañeros se lanzaban una pelota o trepaban a los árboles, él se quedaba en un rincón, deseando poder unirse pero asustado por su timidez.

Un día, mientras caminaba hacia la escuela, Pedro notó algo extraño en el parque. Había un grupo de niños rodeando a un chico nuevo que parecía muy triste. Este niño se llamaba Lucas, y había llegado de otra ciudad. No tenía amigos ni conocía a nadie, al igual que Pedro.

Pedro se acercó un poco, intrigado por la escena. -

- ¿Por qué lo miran así? - se preguntó.

Al final, uno de los niños en el grupo le dijo a Lucas: -

- ¡No puedes jugar aquí si no sabes jugar al fútbol! -

Pedro sintió un nudo en su estómago. Quería hacer algo, pero sus piernas no parecían responder. Justo cuando pensaba en alejarse, un impulso lo llevó a dar un paso adelante.

-

- ¡Espera! - gritó Pedro, interrumpiendo el juego.

Todos los ojos se volvieron hacia él, sorprendidos. -

- ¿Qué querés, Pedro? - le preguntó uno de los niños.

Después de un profundo suspiro, Pedro dijo: -

- Lucas, ¿quieres jugar conmigo? No importa si no sabes jugar al fútbol, podemos aprender juntos.

Los niños del grupo lo miraron con incredulidad. El chiquito tímido que siempre se mantenía al margen ¡había hablado! Lucas, sonrojándose, asintió. -

- Me encantaría, gracias.

Pedro y Lucas comenzaron a patear la pelota. Al principio, ambos tropezaron y se cayeron, pero se reían juntos, disfrutando del momento. A medida que pasaba el tiempo, otros niños se acercaron y se unieron al juego. Se formó un grupo alegre, lleno de risas y energía.

Pedro se dio cuenta de que el juego no solo hacía feliz a Lucas, también lo estaba ayudando a él. -

- Oye, Pedro, sos buenísimo jugando. - le dijo Lucas cuando lograron meter un gol.

-

- ¡No, es que estoy aprendiendo contigo! - respondió Pedro, sintiéndose cada vez más seguro de sí mismo.

A partir de ese día, Pedro y Lucas se hicieron inseparables. Juntos exploraron el parque, compartieron historias y se apoyaron mutuamente en sus ejercicios, ya fuera jugar a las escondidas o aprender a montar en bicicleta.

Pasaron semanas y un día Lucas le dijo a Pedro: -

- ¡Vamos a planear un picnic y a invitar a todos los chicos!

Pedro sintió un estremecimiento de nervios. -

- ¿Pero todos esos niños? ¿Y si no les gusta la idea?

-

- Solo hay una forma de saberlo. ¿Te animás? - insistió Lucas, sonriendo optimista.

Con gran decisión, Pedro aceptó. Juntos hicieron invitaciones coloridas y las repartieron. El gran día llegó y, para su sorpresa, más niños de los que habían esperado aparecieron con bocadillos, juegos y muchas sonrisas.

Pedro observó a su alrededor, lleno de felicidad. Había superado su timidez y había hecho amigos de verdad. Al final del día, mientras se sentaban en el césped disfrutando de los bocadillos, Lucas le dijo: -

- Sabía que lo lograrías, Pedro. Sos valiente.

Pedro sonrió, grato por haber encontrado un buen amigo y por haber tomado el riesgo de unirse a los demás.

Aquel verano se convirtió en una temporada de aventuras, donde Pedro aprendió que a veces, solo se necesita un poco de valor para encontrar la amistad y que no podía haber sido más feliz por haber dado el primer paso.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!