El Viaje a la Isla de los Colores



En la pequeña ciudad de Colores del Viento, donde los edificios de distintos tonos alegraban el paisaje, vivía una niña llena de sueños llamada Luna. Tenía el cabello rizado y desordenado, que saltaba de alegría cada vez que ella sonreía. Sus ojos, grandes y curiosos, parecían dos luceros en la noche, siempre listos para descubrir el mundo.

Un día, mientras jugaba en la plaza del barrio, escuchó a un anciano contar historias. Era Don Pepe, un hombre de barba canosa y ojos chispeantes que siempre llevaba consigo una mochila hecha de paracaídas.

"¡Hoy, amigos! Les contaré sobre la Isla de los Colores", dijo Don Pepe, mientras hacía ademanes con sus manos como si estuviera pintando un cuadro en el aire.

Luna se acercó, interesada.

"¿Qué isla es esa, Don Pepe?"

"Es un lugar mágico donde los sueños se hacen realidad, pero sólo aquellos que son valientes y tienen un buen corazón pueden encontrarla".

Esa misma noche, Luna no podía dejar de pensar en la isla. Decidió que al día siguiente partiría en busca de esa aventura. Mientras caminaba por el parque, se encontró con su mejor amigo, Tomás, un niño de piel morena y sonrisa traviesa que adoraba las golosinas.

"¿Adónde vas, Luna?"

"A buscar la Isla de los Colores, ¿quieres venir?"

"¡Claro! Necesito un mapa y algunas golosinas de la abuela para el viaje", dijo Tomás, haciendo reír a Luna.

Los dos amigos partieron al amanecer, llevando una mochila con frutas y golosinas. Su camino los llevó a través de un bosque espeso donde los árboles parecían contar secretos y las flores danzaban al ritmo del viento.

"Mira, Luna, esos árboles parecen personas hablando entre sí", comentó Tomás, señalando un grupo de alisos.

"¡Sí! Tal vez tienen historias que contarnos".

De repente, escucharon un susurro que provenía de un arbusto. Con curiosidad, se acercaron y encontraron a un pequeño zorro. Tenía pelaje dorado y parecía asustado.

"¿Estás bien?" preguntó Luna con ternura.

"Me perdí y no sé regresar a mi casa", respondió el zorro con voz temblorosa.

Luna y Tomás miraron uno al otro.

"Podemos ayudarte", dijo Tomás.

"Sí, claro. Cuéntanos hacia dónde debes ir", agregó Luna.

El zorro, llamado Zuri, explicó que vivía cerca de un gran lago que reflejaba todos los colores del arcoíris. Juntos, los tres comenzaron a caminar felices, formando un nuevo lazo de amistad.

Tras un rato, llegaron a un claro donde el sol brillaba intensamente. Allí, encontraron un mapa dibujado en el suelo con ramas y flores.

"¡Miren eso!" gritó Luna emocionada.

"Es un mapa para llegar a la isla", exclamó Tomás.

Siguieron las instrucciones del mapa, y al cruzar un puente de arco iris, se encontraron ante un bello lago con aguas que iluminaban el cielo de colores vibrantes. Eso era definitivamente un lugar mágico.

"¡Estamos cerca!" dijo Zuri, mientras comenzaba a brincar con alegría.

"Pero ahora, tenemos que resolver un acertijo para cruzar al otro lado", advirtió Luna mirando hacia el lago.

"¿Cuál es?" preguntó Tomás impaciente.

"Para cruzar, hay que responder: ¿qué es lo que siempre está en tu corazón, pero no se puede tocar?", dijo una tierna voz proveniente del lago.

Los tres amigos se miraron confundidos. Luna se puso a pensar. De repente sonrío.

"¡Es el amor!" gritó.

El agua del lago comenzó a brillar más intensamente y una barca hecha de pétalos de flores apareció.

"¡Han respondido correctamente!" dijo la voz, que ahora sonaba alegre.

Subieron a la barca y cruzaron el lago. Al llegar, se encontraron en la Isla de los Colores: un lugar donde todo era posible. Los árboles eran de caramelo, las flores cantaban y el cielo estaba lleno de estrellas y sueños.

"¡No puedo creerlo!" dijo Tomás mientras hacía volar una cometa.

"Esto es increíble", agregó Luna, mirando a Zuri que corría feliz entre las flores.

Pasaron todo el día explorando la isla y disfrutando de cada rincón. Pero cuando se hizo de noche, comprendieron que era hora de regresar a casa.

"Prometamos volver", dijo Luna.

"¡Sí! Y siempre llevaremos este amor y amistad en nuestros corazones", dijo Zuri mientras miraba la luna llena.

Y así, con el corazón lleno de alegría y nuevos recuerdos, siempre regresaron a su hogar, donde la magia y la amistad reside en cada uno de ellos.

Desde ese día, cada vez que miraban al cielo, sabían que la Isla de los Colores siempre estaría en sus corazones, recordándoles la importancia de la amistad, la valentía y el amor.

FIN.

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