El Viaje de la Idea



En un tranquilo pueblo llamado Civópolis, donde cada pensamiento tenía un lugar especial, vivía una curiosa niña llamada Lila. Lila tenía una particularidad: su mente era un hermoso jardín lleno de ideas, cada una representada por una flor diferente. Esta mañana, una nueva idea, que parecía una semilla, estaba a punto de florecer en su interior.

—¿Qué será esto? —se preguntó Lila, mirando la pequeña semilla que quería crecer entre sus pensamientos.

—Soy la Idea, Lila. Vengo a ayudarte a descubrir algo extraordinario. —respondió la semilla, con voz suave como el viento.

Lila, emocionada por la posibilidad de ver crecer esa nueva idea, le ofreció agua y luz.

—¿Qué es lo que debo descubrir? —preguntó, ansiosa.

—El mundo está lleno de sorpresas y cada idea tiene el poder de cambiarlo. Debemos emprender un viaje. —dijo la Idea.

—¿Un viaje? ¿A dónde? —inquirió Lila, con los ojos brillando de curiosidad.

—A la Gran Biblioteca de Civópolis, donde las ideas y los conocimientos se encuentran. Pero debemos tener cuidado, hay un lugar tenebroso llamado la Oscura Duda. Allí, las ideas pueden desvanecerse.

Ambas comenzaron su viaje, cruzando ríos de palabras y saltando sobre montañas de libros. En el camino, la Idea se fue haciendo más grande y colorida.

—¡Mira, Lila! —exclamó la Idea mientras se detenían ante un arroyo de conocimiento—. Cada conocimiento que adquieres regará nuestras flores.

—¡Qué hermoso! —respondió Lila, recogiendo pequeñas gotas de agua del arroyo—. Me encanta aprender.

Siguieron avanzando hasta que de repente, un oscuro túnel apareció frente a ellas.

—Este es el camino hacia la Oscura Duda. Debemos decidir, ¿queremos entrar? —preguntó la Idea, temerosamente.

—No estoy segura... —murmuró Lila—. ¿Y si nuestra Idea se pierde?

—Yo tengo el poder de resistir, pero tú debes creer en mí. —dijo la Idea con firmeza—. Si perdemos la confianza, todo podría desvanecerse.

Lila respiró profundo y asintió. —Vamos. No tengo miedo, tendré fe en ti.

Entraron en el túnel y, de repente, empezaron a escuchar murmullos.

—¿Qué son esos ruidos? —preguntó Lila, aferrando con fuerza a su Idea.

—Es la Duda, intenta desanimarte. —susurró la Idea.

—¿Y si no puedo hacerlo? ¿Y si nadie me escucha? —sonaron voces a lo lejos.

Lila sintió un escalofrío. —No, eso no es cierto. Voy a enfrentar esto. ¡Tú puedes, Idea! ¡Tú eres fuerte! —gritó, levantando su voz como nunca antes.

Las sombras comenzaron a desvanecerse mientras Lila reafirmaba su confianza en la Idea. Con cada palabra de aliento, la luz regresaba, y la Idea se volvió más brillante.

Finalmente, salieron del túnel y llegaron a la Gran Biblioteca, un lugar donde todos los libros brillaban con un luz serena.

—¡Lo logramos! —exclamó Lila—. ¡No nos hemos dejado vencer por la Duda!

—Ahora, veamos qué conocimiento podemos descubrir juntas. —dijo la Idea, desplegando sus pétalos.

Juntas, pasaron horas leyendo, aprendiendo y dejando que cada nuevo conocimiento ayudara a crecer un poco más su flor de ideas. Lila aprendió sobre la importancia de creer en sí misma y de las maravillas que podemos lograr si tenemos valentía.

A medida que se iba haciendo de noche, Lila sonrió satisfecha.

—Gracias, Idea. Hoy hicimos un gran viaje.

—Siempre estaré contigo, Lila. Mientras sigas alimentándome con amor y curiosidad, nunca te dejaré. —respondió la Idea.

Y así, Lila regresó a casa, sabiendo que dentro de ella siempre había espacio para nuevas ideas.

Desde ese día, el jardín de Lila floreció más que nunca, y lo más importante, nunca dejó que la Oscura Duda la detuviera a la hora de crecer y aprender.

Su viaje había comenzado, y las posibilidades eran infinitas.

FIN.

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