El Viaje de Nico y las Puertas Mágicas



Nico era un niño muy curioso. Un día, decidió levantarse muy temprano para ir a la cafetería de su edificio a prepararse un rico desayuno. Se subió al ascensor y, cuando pulsó el botón, sintió un escalofrío, pero no le dio importancia.

Al llegar al quinto piso, la puerta del ascensor se abrió, pero en vez de la cafetería, encontró un pasillo lleno de puertas. Cada una tenía un número, desde la 1 hasta la 50. Nico se rascó la cabeza, sorprendido.

"¿Dónde estoy?" - se preguntó en voz alta.

Decidido a explorar, comenzó a abrir puertas al azar. Algunas llevaban a habitaciones vacías, otras a lugares inimaginables como un jardín lleno de flores gigantes. Pero al llegar a la puerta 37, escuchó un extraño ruido detrás de ella.

"¡Ayuda!" - escuchó una voz desgarradora.

Nico, curioso y un poco asustado, decidió abrir la puerta. Al hacerlo, se encontró cara a cara con un enorme dragón de escamas verdes.

"¡No te acerques!" - grita el dragón, bromeando "Soy el guardián de esta puerta y no me gustan los intrusos."

En vez de asustarse, Nico sonrió y se le ocurrió una idea. "¿Por qué no hacemos un trato?" - propuso. "Si me cuentas algo interesante sobre este mundo, te prometo que no volveré a molestar."

El dragón se sorprendió, pero estaba intrigado. "Está bien, niño. Aquí cada puerta lleva a un mundo diferente. Este es el Reino de las Puertas, donde los sueños y las aventuras nunca terminan. Pero no todos son amistosos. Algunas puertas te llevan a problemas."

Contento con la respuesta, Nico siguió explorando. Pero antes de que pudiera ir más lejos, se acordó de las advertencias del dragón y volvió a la puerta 39, que lo había intrigado.

Al acercarse, vio que había una grieta en la puerta, y su curiosidad volvió a despertar. "¡Voy a ver qué hay dentro!" - se dijo a sí mismo. Al tocar la grieta, fue absorbido por una luz brillante y se encontró en su propia casa, en su habitación.

"Fue sólo un sueño, tal vez..." - murmuró al despertar, ruborizado, sentado en su cama.

En ese momento, su mamá entró. "Buenos días, Nico. ¿Estás listo para el desayuno?"

Despertando de su asombro, Nico sonrió y le dijo, "Sí, pero hoy quiero algo diferente. Quiero probar hacer un desayuno especial. ¿Te gustaría ayudarme?"

Y así, Nico se dio cuenta de que su aventura en el Reino de las Puertas no solo había sido un viaje emocionante, sino también un impulso para ser creativo. Desde ese día, siempre estuvo dispuesto a innovar en la cocina, y a recordar que cada día puede ser una nueva aventura, lleno de oportunidades.

FIN.

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