El Viaje Mágico de Tomás



En un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes, vivía un niño llamado Tomás. A Tomás le encantaban las aventuras, y su sueño era volar como un ave en el cielo azul. Pero también disfrutaba pasear en tren con su abuelo, quien siempre le contaba historias de soldados valientes.

Un día, mientras miraba por la ventana de su casa, vio un avión atravesar el cielo.

"¡Mirá, abuelo!" - gritó emocionado. "¡Ese avión parece que se va a una aventura increíble!"

"Sí, Tomás, los aviones pueden llevar a las personas a lugares lejanos. Pero también pueden contar historias de valentía, como los soldados que cuidaron de nuestro país. Vamos, ¡te llevaré a dar un paseo en tren!" - respondió su abuelo, con una sonrisa llena de sabiduría.

Tomás se subió al tren, que era de color azul brillante. Durante el viaje, miraban cómo las nubes danzaban en el cielo.

"Abuelo, ¿crees que alguna vez podré volar?" - preguntó Tomás, con los ojos llenos de esperanza.

"Claro que sí, mi querido. Pero para volar, primero tienes que aprender a soñar. Las nubes son solo el primer paso, pero los sueños te llevarán más lejos que cualquier avión. Nunca dejes de soñar."

Tomás asintió, sintiendo que los corazones de los soldados que lucharon por sus sueños latían en él. Cuando el tren llegó a su destino, decidieron hacer una caminata por el parque. Allí, se encontraron con un grupo de niños que también querían volar.

- "¡Hola! ¿Quieren jugar a ser aviones?" - propuso Tomás.

"¡Sí! Pero, ¿cómo hacemos?" - respondieron los otros niños, un poco confundidos.

"Podemos usar nuestra imaginación. ¡Vamos a correr y a saltar, como si voláramos sobre las nubes!" - exclamó Tomás con entusiasmo.

Y así, corrieron por el parque, llenando el aire de risas y gritos de alegría.

Después de jugar, Tomás y sus nuevos amigos se sentaron bajo un árbol. Todos estaban cansados, pero felices.

"¿Sabían que los soldados a veces vuela en aviones?" - dijo Tomás.

Todos miraron, intrigados.

"¿De verdad?" - preguntó una niña.

"Sí, protegen a su país y están dispuestos a enfrentar cualquier nube oscura que se presente en su camino. ¡Por eso son valientes!" - contestó Tomás con orgullo.

Justo en ese momento, un avión que pasaba por encima dejó una estela blanca en el cielo.

"¡Miren! Aquel avión me recuerda que los sueños pueden hacerse realidad. Si los soldados pueden volar y luchar, ¡nosotros también podemos hacer nuestros sueños volar alto!" - gritó Tomás inspirado.

Los niños se miraron y todos asintieron, sintiendo que en su interior empezaba a nacer una chispa de valentía y determinación.

"Prometamos que nunca dejará de soñar, aunque haya nubes en el camino" - sugirió otro niño.

"¡Sí, prometido!" - respondieron todos emocionados, levantando las manos al cielo azul.

Y así, aquel día en el parque, Tomás y sus amigos no solo jugaron a ser aviones, sino que también aprendieron que los sueños, al igual que los aviones y los trenes, pueden llevarnos a lugares maravillosos si creemos en ellos.

Desde ese día, Tomás no solo soñó con volar, sino que también se propuso ser valiente y ayudar a otros a alcanzar sus sueños. Y así, en su pequeño pueblo, cada vez que veían un avión pasar, sabían que era un recordatorio de que las grandes aventuras comienzan con un simple sueño y un corazón lleno de coraje.

FIN.

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