El Viento del Sur



María era una joven aventurera que vivía en una pequeña aldea al borde de un vasto desierto. Desde muy chica escuchó historias sobre un guardián mágico llamado el Viento del Sur, quien cuidaba un oasis escondido que traía agua cristalina y frutas exóticas. Intrigada y llena de esperanza, decidió que un día tendría que buscarlo.

Un amanecer, con una mochila llena de provisiones, María se despidió de su familia y comenzó su travesía. Mientras caminaba bajo el ardiente sol, pensaba en el refugio y la belleza del oasis. Su corazón latía fuerte cuando veía la arena brillar como oro.

Después de varios días de caminar, el agua escaseaba y el calor comenzaba a abrumarla. Un viento suave le acarició el rostro y, como si le hablara, le susurró: "Sigue adelante, joven María. Estás cerca"-. Con renovadas fuerzas, continuó su viaje.

Finalmente, en el horizonte, vislumbró un hermoso remanso de verdes palmeras y flores coloridas. "¡Lo encontré!"- gritó, llena de alegría. Sin embargo, a medida que se acercaba, se dio cuenta de que el oasis no era lo que había esperado. En lugar de un glorioso lugar, se encontró con un paisaje marchito y un rostro triste.

"¿Quién eres, joven?"- preguntó una figura etérea, que resultó ser el Viento del Sur.

"Soy María, he venido a buscarte y a descubrir el oasis que proteges"- respondió, un poco dudosa.

"Este lugar era hermoso, pero ha perdido su esencia. Cada vez que las personas olvidan cuidar el desierto y sus secretos, el oasis se marchita"- explicó el Viento del Sur.

María, sorprendida, miró a su alrededor. "Pero, ¿cómo puedo ayudar?"- preguntó con sinceridad.

"Debes aprender a escuchar y cuidar la naturaleza. Lleva el mensaje de que este lugar necesita amor y respeto"- dijo el guardián, mientras el viento a su alrededor comenzaba a soplar suavemente.

Sin dudarlo, María prometió volver a su aldea y compartir lo aprendido. Antes de irse, el Viento del Sur le regaló un pequeño puñado de semillas mágicas. "Plántalas donde quieras que florezca la vida."-

Emocionada, comenzó su camino de regreso, sintiendo que había recibido un gran aprendizaje. Cuando llegó a la aldea, reunió a todos sus vecinos en la plaza. "¡Amigos, tenemos que cuidar del desierto!"- dijo con entusiasmo. "El oasis nos necesita y está sufriendo. ¡Contemos las historias, respetemos la naturaleza y plantemos las semillas mágicas!"-

Primero se rieron de ella, pero cuando comenzó a contarles sobre el Viento del Sur y su mensaje, sus corazones se llenaron de esperanza. Así juntos, comenzaron a plantar las semillas y a organizar campañas para cuidar su entorno.

Con el tiempo, el oasis comenzó a florecer nuevamente. El aire se llenó de risas y los niños jugaban bajo las sombras de las palmeras, mientras todos aprendían a valorar el desierto que los rodeaba.

María nunca olvidó al Viento del Sur, y cada vez que el viento soplaba suave, sabía que su mensaje seguía vivo. El desierto, lleno de vida, contó siempre con una joven valiente que se convirtió en mensajera de la naturaleza.

FIN.

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