Emma y el Gran Viaje de los Porqués



Era una soleada mañana en la pequeña ciudad de Alegreville. Emma, una niña curiosa de 5 años, se despertó llena de energía. Hoy, decidió que era el día perfecto para descubrir cómo funciona todo. Con su peluche, un conejo llamado Saltarín, bajo el brazo, salió al jardín.

"¡Saltarín!" - dijo Emma "Hoy vamos a contestar todos mis porqués".

Mientras exploraba su jardín, se encontró con su vecino, el señor Mirko, un inventor que pasaba su tiempo construyendo máquinas extrañas. Emma se acercó a él,

"¡Hola, señor Mirko! ¿Por qué vuelan los pájaros?" - preguntó.

El señor Mirko sonrió y le explicó,

"Los pájaros vuelan porque sus cuerpos están diseñados para hacerlo. Tienen alas que les ayudan a levantarse del suelo. Pero ¿sabés? Las aves también vuelan gracias al viento que empuja sus alas hacia arriba".

Emma, fascinada, hizo una bailarina con sus brazos.

"Ohhh, ¡qué divertido! ¿Y por qué hay viento?" - inquirió, muy interesada.

"El viento se produce por el aire que se mueve, Emma. Cuando el sol calienta el aire sobre la tierra, este se hace más liviano y sube. Eso provoca que el aire más frío lo empuje, formando lo que llamamos viento" - decía el señor Mirko mientras ajustaba una tuerca en su última invención.

Continuando su paseo, llegó al lago de la ciudad. Ahí vio a un grupo de patos nadando en el agua, y de nuevo sintió una oleada de curiosidad.

"¡Mirá, Saltarín! ¿Por qué pueden los patos flotar y no se hunden?" - preguntó Emma mirando los patos con su gran ojito lleno de asombro.

Una anciana que estaba alimentando a los patos se acercó y sonriendo respondió,

"Los patos tienen un cuerpo especial y plumas que les permiten flotar. Su piel tiene una capa de aceite que los mantiene secos y ligeros. Además, su forma les ayuda a no hundirse".

Emma asentía, mirando a los patos como si fueran los seres más extraordinarios del planeta.

"¿Y por qué no todos los animales pueden flotar?" - insistió con su eterno porqué.

La anciana le respondió,

"Porque cada animal está hecho a su manera especial. Los peces, por ejemplo, tienen aletas y escamas que les ayudan a nadar bajo el agua. Cada uno tiene su forma de vivir en el mundo".

Satisfecha con la respuesta, Emma siguió su camino, pensando en todo lo que había aprendido. Pero de repente, vio un grupo de niños jugando a la pelota. Sintió la necesidad de entender un nuevo misterio y se acercó a ellos.

"Hola, ¿puedo jugar?" - preguntó timidamente.

"Claro, Emma. Pero primero tenés que saber cómo patear bien la pelota" - dijo un niño llamado Julián.

"¿Y por qué hay que patear la pelota?" - interrogó ella.

"Porque así podemos pasar la pelota entre nosotros y hacer goles. Además, se siente muy bien correr y jugar juntos. ¡Es divertido!" - respondió con una gran sonrisa.

Emma comenzó a jugar y, mientras lo hacía, se dio cuenta de que el juego era una forma de aprender a respetar a los demás y compartir. En medio del correr y tirar, recordó que no todo es cuestión de saber por qué, sino también de disfrutar.

Al caer la tarde, Emma decidió volver a casa. Tenía tanto en su mente que necesitaba contárselo a su mami. Cuando entró, le dijo,

"¡Mami! Hoy descubrí por qué vuelan los pájaros, por qué flotan los patos y por qué el viento sopla. ¡Y también aprendí a jugar!".

Su mami, sonriendo, le acarició el cabello,

"¡Qué bueno, Emma! Siempre podrás aprender más cosas, pero lo importante es que disfrutes cada momento. Nunca dejes de preguntar, porque cada respuesta es una aventura nueva".

Y así, con un corazón lleno de curiosidad y alegría, Emma se fue a dormir pensando en todos los misterios que aún le quedaban por descubrir en el mundo que la rodeaba.

FIN.

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