Evan y la Luna de Juguete



Había una vez un niño llamado Evan que era tan curioso como risueño. Tenía dos años y una energía inagotable. Cada día, le encantaba jugar en el parque infantil de su barrio. Se subía a los toboganes, trepaba por las estructuras y saltaba entre los columpios.

Un día, mientras jugaba en un columpio, se sintió tan feliz que cerró los ojos y soñó despierto. En su sueño, salió disparado hacia el cielo como un cohete, y en un abrir y cerrar de ojos, estaba en la luna.

"- ¡Guau! ¡Estoy en la luna!" - exclamó Evan mientras miraba a su alrededor. Todo era brillante y plateado, y el suelo estaba cubierto de un polvo suave como el algodón de azúcar.

De repente, una pequeña criatura blanca, que parecía un conejito con orejas largas, se acercó a él.

"- Hola, pequeño soñador. Soy Lunito, el guardián de la luna. ¿Cómo llegaste aquí?" - dijo el conejito con una voz suave.

"- No lo sé, pero es increíble estar aquí. ¡Quiero jugar!" - respondió Evan emocionado.

"- ¡Vamos a jugar a las escondidas!" - sugirió Lunito. Evan asintió con su cabecita y ambos empezaron a correr entre los cráteres. Pero a medida que jugaban, Evan notó que había algo extraño.

"- Lunito, ¿por qué hay tan poco aire aquí?" - preguntó Evan con curiosidad.

"- La luna no tiene el mismo aire que la Tierra. Aquí respiramos menos y hay menos gravedad", - explicó Lunito.

Evan frunció el ceño. "- Entonces, ¿qué pasa si me caigo?"

"- No te preocupes, en la luna puedes saltar mucho más alto. Además, yo estaré aquí para cuidarte", - respondió Lunito con confianza. Así que continuaron jugando y saltando altos en el aire, riendo juntos.

Mientras jugaban, Evan se topó con algo raro: una piedra brillante.

"- ¡Mirá, Lunito! ¡Esta piedra brilla!" - exclamó Evan, sosteniendo la piedra entre sus manos.

"- Esa es una piedra mágica. Si pides un deseo mientras la sostienes, se hará realidad", - dijo Lunito emocionado.

Evan cerró los ojos y pensó por un momento. "- Quiero que mis amigos del parque puedan venir a jugar aquí también!" - pidió.

De repente, sintió un ligero temblor y, al abrir los ojos, vio que había muchos niños y niñas de su parque en la luna, saltando y riendo como él.

"- ¡Hurra! ¡Esto es increíble!" - gritó Evan, corriendo hacia sus amigos. Pero cuando se acercó, notó que algunos se veían confundidos.

"- ¿Qué está pasando aquí? ¡No podemos respirar!" - se quejó uno de los niños.

Evan se preocupó un poco. "- Lunito, ¿qué hacemos?" - preguntó.

"- Debemos aprender a compartir la magia de la luna. Vamos a mostrarles cómo saltar y disfrutar sin miedo", - dijo Lunito con una sonrisa.

Así que Evan y Lunito, junto con sus nuevos amigos, se pusieron a saltar y a reír, y poco a poco, todos empezaron a acostumbrarse a la falta de aire. Los chicos se divirtieron al aprender a jugar en la luna, respetando sus límites mientras exploraban juntos.

Después de varios juegos, los amigos de Evan comenzaron a sentir un poco de sueño. "- ¡Esto fue muy divertido! Pero creo que es hora de volver a casa" - dijo una de las amigas de Evan.

"- Sí, debemos regresar. Pero siempre podemos volver a jugar en la luna", - respondió Evan.

Con un batir de picos, evocaron de nuevo la piedra mágica. Todos dieron un grito de deseo y, en un abrir y cerrar de ojos, encontraron sus pequeños cuerpos de vuelta en el parque.

"- ¡Guau! ¡No puedo creer que jugamos en la luna!" - decía una de las niñas emocionada.

"- Me encantaría volver a ir", - dijo Evan sonriendo.

Desde aquel día, Evan y sus amigos nunca dejaron de soñar. Aprendieron que con imaginación, la diversión y las nuevas experiencias están siempre al alcance, incluso de los que parecen imposibles.

Y así, cada vez que se subían al tobogán, se sentían un poco más cerca de la luna, recordando que lo mejor de las aventuras es compartirlas con buenos amigos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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