Evangelie y el Misterio de la Sonrisa



Había una vez una niña llamada Evangelie. Era muy especial, y aunque tenía un carácter irritable, su corazón estaba lleno de bondad. A veces, sus emociones la sobrepasaban, y eso la hacía hablar con pocas palabras y de manera brusca. Sin embargo, sus padres, Willy y Magaly, siempre intentaban comprenderla. También estaba su hermana Yey, que se encargaba de cuidarla y jugar con ella cuando sus padres salían a trabajar.

Un día, mientras Yey y Evangelie jugaban en el parque, sucedió algo inesperado. Un pequeño perrito se acercó a ellas, moviendo su cola como si estuviera buscando compañía.

- “¡Mirá, Evangelie! ¡Un perrito! ” - exclamó Yey con emoción.

Evangelie, sin embargo, se cruzó de brazos, frunció el ceño y gritó:

- “¡Quiero irme! ”

Yey, sin desanimarse, se agachó frente a Evangelie y le dijo:

- “¿Por qué no le damos una oportunidad? Tal vez solo quiere jugar con nosotras.”

Pero Evangelie no escuchaba. Tenía miedo de que el perrito la molestara. De repente, el pequeño animalito ladró suavemente, como si comprendiera la situación.

Yey, tratando de ganar la atención de su hermana, comenzó a tirarle una pelota al perrito.

- “¡Mirá! ¡A él le encanta jugar! ”

Con el tiempo, Evangelie observó cómo el perrito trotaba alegremente detrás de la pelota, y su curiosidad comenzó a despertar.

- “¿Y si…” - empezó Evangelie con una pequeña sonrisa - “¿y si solo quiere jugar? ”

Yey sonrió a su hermana, viendo que empezaba a abrirse. Finalmente, Evangelie se acercó al perrito, y él le lamió la mano convidándole esa pequeña muestra de amor.

Fue un momento mágico: de repente, el rostro de Evangelie se iluminó y la risa empezaba a salir de su garganta.

- “¡Es divertido! ” - gritó, jugando con el perrito junto a Yey.

Con el tiempo, el pequeño amigo de cuatro patas se convirtió en parte de su vida. Lo llamaron Chispa, ya que siempre traía alegría y chispa a su hogar. A medida que Evangelie pasaba tiempo con Chispa, comenzó a expresar más emociones con palabras.

Un día, mientras ambos jugaban en el jardín, Chispa hizo algo sorprendente. Se tumbó con todas sus patas hacia arriba.

- “¿Qué hace? ” - preguntó Evangelie, un poco preocupada.

Yey, que estaba observando, respondió:

- “Está relajándose y disfrutando. A veces, es bueno dejarse llevar.”

Evangelie se quedó pensando en eso. Al día siguiente, durante la cena, le comentó a sus papás:

- “Me siento más tranquila cuando juego con Chispa.”

Willy y Magaly se miraron con alegría, pues sabían que Evangelie estaba empezando a comunicarse mejor. Cada vez que algo la molestaba, podía tomar un momento como lo hacía Chispa y respirar hondo.

- “Es una buena idea, Evangelie. Tal vez podamos crear un momento de felicidad juntos cada día, como tú lo haces con Chispa.” - respondió Magaly, con una sonrisa iluminada.

Así fue como Evangelie aprendió a expresar sus sentimientos, a compartir su frustración y a buscar momentos de alegría en su vida, gracias a su hermana Yey y su amigo Chispa. Y aunque todavía había días difíciles, siempre encontraba maneras de convertir un mal día en uno donde la risa era la protagonista.

Y así, Evangelie, con su carácter especial, empezó a descubrir que el amor y la comprensión podían desarmar incluso las emociones más intensas, convirtiendo la irritación en alegría, y llevando su vida a un nuevo camino lleno de sonrisas.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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