Francisco y los Juegos de la Amistad



Había una vez un niño llamado Francisco, un chico curioso y divertido que vivía en un pequeño vecindario. Francisco tenía dos grandes amigos: Lucas, al que le encantaba jugar a la mancha, y Sofía, que no se perdía ni un solo partido de la pelota. Sin embargo, a Francisco no le gustaban esos juegos, se sentía un poco fuera de lugar, pero aún así los quería mucho.

Un día, sentados en el parque, Lucas dijo emocionado:

"¡Vamos a jugar a la mancha!"

"¡Siii! ¡Me encanta correr!" gritó Sofía. En ese momento, Francisco sonrió pero su corazón se sentía un poco triste.

"No sé, chicos. A mí no me gusta mucho la mancha..." dijo Francisco con un suspiro.

Los dos amigos lo miraron con sorpresa.

"Pero, ¿por qué no? Es tan divertido!" dijo Lucas.

"Sí, ¡podemos correr y reírnos!" agregó Sofía.

Francisco pensó en su respuesta. Tal vez, si le daba una oportunidad, podría disfrutar de la mancha.

"Está bien, un día de estos voy a jugar con ustedes... al menos una vez."

Decidido a no perder la oportunidad de pasar tiempo con sus amigos, se unió al juego. Al principio, se sintió un poco incómodo persiguiendo a Lucas y Sofía, pero al poco tiempo, comenzó a reír y disfrutar, incluso se olvidó de que al principio no le gustaba. El sol brillaba y sus risas llenaban el aire.

Pero al día siguiente, el juego era diferente. Esta vez, Sofía dijo:

"Hoy quiero jugar a la pelota, ¿quién se suma?"

"No quiero jugar, no me gusta mucho ese juego..." confesó nuevamente Francisco.

Sofía y Lucas se miraron.

"Pero Francisco, la pelota es divertida, ¡es muy entretenido hacer goles!" insistió Sofía.

"Sí, no hagas drama, solo inténtalo. ¡Podrías sorprenderte!" agregó Lucas.

Entonces Francisco tuvo una idea. Decidió que esa sería su segunda oportunidad.

"Bueno, una vez más, probaré a ver si me gusta...".

Esa tarde, comenzaron el partido. Al principio, Francisco seguía los movimientos de sus amigos y utilizaba todo su esfuerzo. Pasaron los minutos y, aunque no era su juego favorito, comenzó a sentir que el juego era más entretenido de lo que pensaba. Cada gol de Sofía lo hacía sonreír, y cuando le pasaba la pelota, ¡sentía que había un lugar para él también! La amistad y la diversión se vivieron en cada jugada.

Al terminar el partido, mientras descansaban bajo un árbol, Francisco sonrió y dijo:

"Chicos, tengo que admitir que jugar de a ratos no son tan malos, ¡me divertí!"

"¿Ves? Te lo dijimos. ¡Jugamos mejor juntos!" dijo Lucas.

"Sí, y gracias por animarme a probar. A veces hay que salir de la zona de confort para encontrar la diversión" agregó Francisco.

Desde ese día, Francisco se dio cuenta de que, aunque no le gustaran ciertos juegos, lo importante era estar con sus amigos y compartir momentos divertidos. Aprendió que experimentar cosas nuevas puede ser increíble y que la verdadera diversión está en la compañía y la amistad.

Y así, Francisco, Lucas y Sofía se convirtieron en el trío dinámico del vecindario, explorando otros juegos y aventuras, siempre recordando que lo importante era disfrutar juntos cada día. Y así, a través de diversos juegos y risas, fortalecieron su amistad, aprendieron a entenderse y a disfrutar de las diferencias de cada uno.

¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!

FIN.

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