Giselle y el sueño de bailar



En un pequeño pueblo, vivía una niña llamada Giselle. Desde muy chiquita, Giselle soñaba con ser bailarina. Cada vez que escuchaba música, sus pies comenzaban a moverse al compás, y su corazón se llenaba de alegría.

Una tarde, mientras jugaba en el parque, vio a un grupo de bailarinas ensayando en la plaza. Sus ojos brillaron al ver sus elegantes movimientos.

"¡Mirá cómo se mueven!" - exclamó Giselle a su amiga Lía, que la acompañaba. "¡Quiero ser como ellas!"

"¿Por qué no lo intentás?" - le respondió Lía, sonriendo.

Así fue como Giselle decidió que debía tomar clases de danza. Sin embargo, su familia no estaba segura de que eso fuera un buen camino para ella.

"¡La danza es para las que tienen talento, Giselle!" - le dijo su papá, preocupado. "Deberías concentrarte en tus estudios."

Giselle sintió que su sueño se desmoronaba, pero decidió no rendirse. Comenzó a practicar por su cuenta, viendo videos en línea y repitiendo los pasos. Cada día, se refugiaba en su habitación y danzaba hasta que caía el sol.

Un día, en la escuela, la maestra de música notó el talento natural de Giselle cuando ella se levantó a bailar en un ejercicio de improvisación durante la clase.

"¡Giselle, tenés un don! Debes seguir este camino. Quizás deberías hablar con la señora Clara, la maestra de danza del pueblo."

Aliviada y emocionada, Giselle decidió ir a la escuela de danza de la señora Clara. Al llegar, vio a muchas niñas como ella, todas con ganas de aprender. Pero al ver a algunas de ellas ya perfeccionando sus movimientos, le dio un poco de miedo.

"¿Y si no soy buena?" - preguntó Giselle a la señora Clara, con un hilo de voz.

"Cada bailarina comienza en algún lugar, Giselle. Lo importante es el esfuerzo y la pasión que pongas en lo que amas. ¡Vamos a intentarlo!"

Giselle comenzó a tomar clases y poco a poco fue ganando confianza. Aprendía no solo a bailar, sino también sobre la importancia del trabajo en equipo y la disciplina. Sin embargo, un día, mientras ensayaban para una presentación, Giselle se torció un tobillo. Aunque no fue algo grave, necesitó un tiempo para recuperarse.

"¿Voy a perder mi oportunidad?" - se preguntó angustiada.

Su amiga Lía la visitó en casa y le trajo una sorpresa: un folleto del próximo concurso de danza.

"Giselle, no te rindas. ¡Ya vas a estar bien! Y cuando te recuperes, vamos a practicar juntas. Seguí soñando y luchando por tu pasión!"

Las palabras de Lía tocaron el corazón de Giselle. Decidió que no dejaría que una pequeña lesión la detuviera. Siguió trabajando en su recuperación y, cuando volvió a la escuela de danza, estaba más determinada que nunca.

Finalmente, llegó el día del concurso. Giselle, nerviosa pero plena de energía, se presentó en el escenario. Cuando sonó la música, recordando todos sus ensayos y el apoyo de sus amigos y su maestra, comenzó a danzar. Con cada paso, sentía cómo el escenario se iluminaba.

"Sí, ¡esto es lo que amo!" - pensó mientras giraba y saltaba.

Aplausos resonaron por toda la sala al finalizar su actuación. Aunque no ganó el primer premio, se sintió como una verdadera ganadora. La señora Clara la abrazó y le dijo:

"Giselle, no importa el resultado. Lo que importa es que te has entregado por completo a tu sueño, y eso vale mucho más que un trofeo."

Giselle sonrió y se dio cuenta de que había recorrido un largo camino. Gracias al apoyo de su familia, amigos y su propia perseverancia, había dado el primer paso hacia su sueño de ser bailarina.

Desde ese día, se dedicó a brindar lo mejor de sí y seguir aprendiendo, dejando claro que, con pasión y esfuerzo, todos los sueños son posibles. Así, Giselle continuó su camino de bailarina, compartiendo su amor por la danza con otros, mostrando que el verdadero triunfo es disfrutar el viaje hacia nuestras metas.

Y así, Giselle encontró no solo su pasión, sino también la alegría de perseguir sus sueños.

FIN.

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