Juan Diego y la Aventura del Baño



Era un hermoso día en el barrio de Juan Diego. El sol brillaba alto en el cielo y los pájaros cantaban felices. Juan Diego, un niño de cuatro años, sintió que era el momento perfecto para hacer algo muy importante: ir al baño solo. ¡Había dejado el pañal!

- ¡Mamá, mamá! - gritó Juan Diego mientras corría hacia la cocina. - ¡Hoy voy al baño solo!

- ¡Eso es genial, Juan Diego! - respondió su mamá, sonriendo. - Estoy muy orgullosa de vos.

Juan Diego se sintió como un héroe. Con valentía y determinación, se dirigió al baño. A medida que se acercaba, una nube de duda se instaló en su cabeza.

- ¿Y si me da miedo? - pensó para sus adentros.

- ¡No! ¡Soy grande! - se dijo a sí mismo.

Cuando llegó al baño, se encontró con un problema. La tapa del inodoro estaba cerrada.

- ¡Oh no! - exclamó Juan Diego. - ¿Cómo voy a ir al baño si esto está cerrado?

En ese momento, se acordó de lo que su papá siempre le decía.

- “Para abrir algo, a veces tenés que intentar un poco más” - recordó Juan Diego.

Con ese consejo en mente, decidió empujar la tapa. La tapa se movió un poco.

- ¡Puaj! ¡Está pesada! - dijo Juan Diego, haciendo una mueca.

Pero no se dio por vencido. Pidió ayuda.

- ¡Hola, sabia tortuga! - saludó a su tortuga de juguete, que estaba en una repisa. - Necesito que me ayudes a abrir la tapa.

La tortuga, aunque no podía hablar, parecía animarlo con su mirada.

- Un, dos, tres... ¡ahora! - Juan Diego empujó con todas sus fuerzas y, para su sorpresa, la tapa se abrió con un estruendo.

- ¡Lo logré! - gritó feliz.

Pero su alegría no duró demasiado. Al mirar dentro del inodoro, el agua brillaba de manera extraña.

- ¡Ay, no! - dijo Juan Diego, sintiendo un escalofrío. - ¿Y si hay monstruos en el agua?

Se asomó un poco más cerca y recordó otra de las cosas que su mamá le decía.

- “No todos los misterios son peligrosos. A veces, solo hay que investigar”. Así que decidió ser valiente una vez más.

Con un recelo que lo acompañaba, Juan Diego buscó un palito para asomarse a ver qué había dentro. Pero en ese momento, su perrito, Tobi, entró al baño ladrando.

- ¡Guau, guau! - decía Tobi, moviendo la cola.

- ¡Tobi! - se rió Juan Diego. - ¡No me asustes! ¡Tengo que ser valiente!

Tobi, como si entendiera, le dio una vuelta y se sentó al lado de él, confiado.

- Mirá, Tobi - dijo Juan Diego. - Voy a ser un gran aventurero.

Ahora, sintiéndose más poderoso con la compañía de su amigo, se asomó otra vez al inodoro, pero esta vez, con más confianza.

- Si hay un monstruo, quizás le pueda ofrecer un juguete a cambio de que me deje usar el baño - pensó, tratando de ser ingenioso.

Entonces, por fin se decidió. Juan Diego se subió al escalón que había cerca del lavabo y con un último suspiro, se acomodó y logró hacer lo que había ido a hacer.

Cuando terminó, Juan Diego se sintió el niño más valiente del mundo.

- ¡Lo logré, lo logré! - salía gritando mientras corría hacia su mamá.

- ¡Te felicito, Juan Diego! - la mamá lo abrazó fuerte. - ¡Sos un gran aventurero!

- Y no sé si había monstruos, pero no les tuve miedo - dijo Juan Diego mientras le brillaban los ojos.

Así concluyó su aventura del día. A partir de ese momento, Juan Diego supo que con valentía y un poco de ayuda, podía enfrentarse a cualquier desafío.

Y sí, ¡siempre puede haber monstruos, pero también hay muchos amigos que te acompaña!

Desde ese día, Juan Diego fue al baño solo y se convirtió en un verdadero aventurero.

Y cada vez que su pequeño amigo Tobi lo acompañaba, sabían que nada podría detenerlos.

FIN.

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