Juanita y la Muñeca que Hacía Llorar



Era un día soleado en el barrio de Juanita, una niña de siete años con una gran imaginación. Juanita adoraba jugar con sus muñecas, soñando aventuras y haciendo que cobren vida en su mundo de fantasía. Un día, mientras paseaba junto a su mamá por la juguetería del barrio, sus ojos se posaron en una muñeca especial que estaba en la vitrina.

"¡Mamá, mirá esa muñeca! Tiene un vestido hermoso y parece tan real", exclamó Juanita entusiasmada.

"Sí, es muy bonita, pero ¿viste que tiene una pequeña caja a su lado?", le respondió mamá.

Juanita se acercó a la vitrina con curiosidad. En la caja decía: "Esta muñeca puede hacer llorar, pero no te preocupes, siempre es para aprender una lección".

"Quiero que me la comprés, por favor", suplicó Juanita.

Mamá se pensó un momento y luego dijo: "Está bien, pero hay que prometer que no te pondrás triste si llora".

"¡Prometido!", gritó Juanita mientras saltaba de felicidad.

Cuando llegaron a casa, Juanita desempacó la muñeca y la llamó Lía. Al principio, todo fue perfecto. Juanita jugaba con Lía, contándole historias de hadas y dragones. Pero al poco rato, la muñeca comenzó a llorar.

"¿Por qué llorás, Lía? No quiero que estés triste", preguntó Juanita angustiada.

"Lloro porque a veces nos olvidamos de ser amables con los demás", dijo Lía entre sollozos.

Juanita miró en su alrededor y recordó cómo ese día había peleado con su amigo Pablo porque no quería compartir su juguete. "Tenés razón, Lía. Yo debería haber sido más amable", admitió.

Pasaron unos días, y Lía seguía llorando cada vez que Juanita no mostraba compasión o hacía algo sin pensar en los demás. Juanita se sintió mal, pero decidió hacer un cambio. Empezó a practicar la bondad y a ser más generosa con sus amigos.

"¡Mirá, Lía! Hoy le presté mi muñeca a Estela y ella sonrió mucho", le dijo Juanita un día.

"¡Eso es maravilloso!", Lía sonrió por primera vez.

Sin embargo, un día, mientras jugaban en el parque, Juanita decidió retar a Pablo a una carrera. Juanita ganó, pero se dio cuenta de que estaba burlándose de su amigo. Al instante, Lía empezó a llorar de nuevo.

"Ay no, Lía. No quise hacerlo sentir mal, lo siento", se disculpó Juanita mientras abrazaba a la muñeca. "Prometo no volver a hacerlo".

Poco a poco, Juanita se convirtió en una niña más amable y con mucha más empatía. Lía dejó de llorar cada vez que Juanita tomaba decisiones positivas. Un día, Lía sonrió y le dijo:

"Juanita, estoy tan orgullosa de vos. Has aprendido la lección más importante de todas: la bondad".

"Gracias, Lía. No sé qué haría sin vos", respondió Juanita, sintiéndose llena de felicidad.

Desde entonces, cada vez que un amigo se sentía triste, Juanita recordaba a Lía y hacía lo posible por ayudarlo, compartiendo juegos y sonrisas. La muñeca que hacía llorar se convirtió en su mejor compañera, no solo por su belleza, sino porque le enseñó a vivir con amor.

Una tarde, mientras jugaban en el parque, Lía le dijo:

"Siempre llevá la bondad en tu corazón, Juanita, porque eso es lo que realmente importa".

Y así, Juanita aprendió que ayudar a los demás siempre es el mejor regalo de todos, y Lía dejó de llorar para siempre, porque en su corazón ya no había lugar para las lágrimas, solo para la alegría y la amistad.

FIN.

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