La Abeja y la Varita Mágica



Había una vez, hace 500 años, en una playa repleta de coloridos cangrejos y girasoles dorados, una pequeña abeja llamada Bella. Bella era una abeja muy trabajadora, pero a pesar de sus esfuerzos, un gran sentimiento de tristeza la invadía.

Un día, mientras volaba cerca de las olas, Bella se encontró con una brillante varita mágica que descansaba sobre la arena. La varita estaba cubierta de destellos dorados y emanaba una energía especial.

"Hola, pequeña abeja. Soy la Varita Mágica de la Playa. ¿Por qué luces tan triste?" - preguntó la varita, moviendo su punta suavemente.

"Hola, Varita Mágica. Me siento triste porque no encuentro mi propósito en la vida. Veo a mis amigas sirenas disfrutando y a los cangrejos jugando, pero yo siento que me falta algo" - respondió Bella, con sus alas temblando.

La Varita Mágica, compasiva y sabia, decidió ayudar a la abeja.

"Voy a concederte un deseo. ¿Qué te gustaría ser, pequeña?" - preguntó la varita, brillando más intensamente.

Bella pensó por un momento. A pesar de su tristeza, lo que realmente deseaba era ser útil y traer alegría a los demás.

"Me gustaría encontrar algo que realmente ame hacer, algo que me haga feliz y también a los demás" - respondió Bella con esperanzas en su voz.

De repente, la Varita Mágica comenzó a brillar con más intensidad y, al agitarse, creó un arcoíris que se extendió por toda la playa. En el arcoíris aparecieron muchas pasiones mágicas: los cangrejos danzando, las sirenas cantando y, especialmente, flores brillantes que comenzaban a florecer sobre la arena.

"Cada uno de estos colores representa una pasión. Puedes elegir una y descubrir todo lo que te hace feliz" - dijo la Varita, emocionada por ayudar a la abeja.

Bella, intrigada, voló hacia el color más vibrante del arcoíris, un hermoso amarillo oro. Al acercarse, descubrió que era una flor especial, la Flor de la Alegría, que sólo se encontraba en esa playa mágica.

Al tocarla, Bella sintió un cosquilleo. De repente, comenzó a comunicarse con las flores del lugar.

"¡Hola, Bella! ¡Ayúdanos a polinizar y florecer!" - le dijeron las flores con entusiasmo.

Bajo el efecto de la pasión mágica, Bella se dio cuenta de que su verdadera alegría venía de ayudar a las flores a crecer y florecer. Se sonrió al verse útil y valiosa. Pasó el día polinizando las flores y pronto el aire se llenó de fragancias y colores debido a su trabajo.

"¡Estoy tan feliz! ¡¡Esto es lo que siempre quise hacer! !" - exclamó Bella, con los ojos brillando.

Al caer la tarde, la Varita Mágica observó con una sonrisa.

"Lo has hecho, Bella. Has encontrado tu propósito. No solo trajiste color a la playa, sino que también encontraste la felicidad en ayudar a otros" - dijo la varita, satisfecho.

Desde ese día, Bella entendió que ser útil y hacer felices a los demás era lo que realmente quería en la vida. Y así, la abeja continuó polinizando y trayendo alegría a su pequeño mundo en la playa.

Finalmente, Bella miró al horizonte y vio un hermoso atardecer, sabiendo que su tristeza se había ido para siempre. La Varita Mágica, satisfecha de haber cumplido su misión, quedó como un recuerdo hermoso en aquella playa mágica.

La abeja descubrió que a veces, la verdadera magia reside en encontrar lo que realmente nos llena y en compartirlo con los demás.

FIN.

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