La Aventura de Capucha Roja y Robotita



Era un hermoso día soleado, y Capucha Roja, una niña curiosa y valiente, decidió visitar a su abuela, que vivía al otro lado del bosque. Llevaba una canasta llena de galletas y frutas frescas, listas para alegrar el día de su abuela. Pero, mientras caminaba, vio algo brillante en el suelo.

- ¡Qué hermoso es! - exclamó Capucha Roja, desviándose del sendero.

Era una hermosa piedra azul, y Capucha Roja, emocionada, se agachó a recogerla. Pero, de repente, no vio que cerca había un inmenso hormiguero. Con un tropiezo, cayó en su interior.

- ¡Ayuda! ¡Ayuda! - gritó mientras trataba de salir, pero las paredes del hormiguero eran muy resbaladizas. Las hormigas trabajadoras la miraban con curiosidad.

En ese momento, un pequeño zumbido llegó hasta sus oídos. Era Robotita, un simpático robot que arrastraba una gran caja llena de herramientas.

- ¿Qué te pasó, Capucha Roja? - preguntó Robotita, al darse cuenta de que su amiga estaba atrapada en el hormiguero.

- Me distraje con una piedra y caí aquí. ¡Necesito salir! - respondió Capucha Roja, algo asustada.

Robotita, con su voz melodiosa y tranquila, dijo:

- No te preocupes, voy a ayudarte. Pero primero, debo buscar la herramienta adecuada. -

Comenzó a revisar su caja, mientras Capucha Roja miraba a su alrededor, observando a las hormigas que trabajaban sin parar.

- Robotita, ¿por qué están trabajando tanto? - preguntó Capucha Roja, intrigada.

- Las hormigas son muy organizadas. Trabajan en equipo para recolectar comida y cuidar de su hogar. Cada una tiene una tarea importante. - respondió Robotita mientras sacaba una pequeña escalera.

Capucha Roja pensó en eso.

- ¡Es genial cómo se ayudan entre ellas! Tal vez podríamos pedirles ayuda. -

- ¡Buena idea! - dijo Robotita, sonriendo.

Ambos comenzaron a hacer ruido, y pronto un grupo de hormigas se acercó.

- ¡Hola, hormigas! - saludó Capucha Roja. - Necesitamos ayuda para que pueda salir de aquí.

Las hormigas se miraron y luego, la hormiga más grande, llamada Antonia, respondió:

- ¡Claro! Pero necesitamos que nos prometas que siempre mirarás donde pones los pies. -

- ¡Lo prometo! - contestó Capucha Roja, emocionada.

Las hormigas formaron una cadena y, con gran esfuerzo, levantaron a Capucha Roja, mientras Robotita la ayudaba a ponerse en pie. Finalmente, logró salir del hormiguero.

- ¡Gracias, gracias! - exclamó Capucha Roja, llena de gratitud.

- No hay de qué. - dijo Antonia, sonriendo. - Solo recuerda, siempre es bueno trabajar en equipo. -

- Lo haré. Gracias por enseñarme eso. -

Y así, continuaron su camino al hogar de la abuela. Capucha Roja compartió su experiencia con Robotita mientras caminaban juntos.

- Me alegra haber salido del hormiguero, y mucho más haber aprendido sobre las hormigas. - dijo Capucha Roja.

- Cada aventura trae una lección. ¿Listos para seguir? - preguntó Robotita.

Capucha Roja asintió con la cabeza y los dos amigos siguieron su camino, ahora más conscientes de lo valioso que es trabajar en equipo y no distraerse en el sendero. Cuando finalmente llegaron a la casa de la abuela, Capucha Roja se sintió orgullosa de lo que había aprendido y decidió contarle a su abuela sobre su aventura y las hormigas.

- ¡Siempre es bueno aprender algo nuevo! - dijo la abuela, sonriendo. - ¿Te gustaría que te contara una historia sobre el trabajo en equipo?

Y así, la tarde continuó llena de risas, aprendizajes y una calidez que sólo el amor de una abuela puede brindar.

FIN.

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