La Aventura de Lila y el Misterioso Don Gabriel



Lila era una niña de 10 años con un cabello rosa brillante que siempre llamaba la atención en el parque. Era alegre y curiosa, y le encantaba explorar. Un día, mientras paseaba por su lugar favorito, se encontró con un extraño que la miraba desde un banco: un hombre de pelo gris y una mirada profunda que parecía tener muchas historias que contar.

"Hola, pequeña. ¿Te gustaría acompañarme a comer un helado?" - le dijo el anciano con una sonrisa amable. Lila, emocionada por la proposición, quedó cautivada por la idea de compartir un helado.

"¡Sí! Me encantaría!" - respondió Lila.

El hombre se presentó como Don Gabriel y comenzó a hablarle de su vida, de los muchos lugares a los que había viajado y de los sueños que había tenido. A medida que caminaban hacia la heladería, Lila no podía evitar sentir que Don Gabriel era un hombre muy sabio.

Sin embargo, mientras charlaban, Lila hizo una pregunta muy importante:

"¿Y qué haces aquí solo?"

"Ah, a veces me siento un poco solo y me gusta hablar con niños como tú, que son tan llenos de vida" - contestó Don Gabriel, midiendo sus palabras.

Lila, al ser tan inocente y confiada, no sospechaba de sus intenciones. Pero dentro de Don Gabriel empezaba a gestarse otra historia. Él había tenido una vida difícil y, aunque decía disfrutar de la compañía infantil, su intención no era tan pura.

Mientras llegaban a la heladería, Lila se dio cuenta de que algunas cosas no parecían estar bien. Notó que la mirada de Don Gabriel se tornaba un poco extraña cuando le contaba sobre sus juegos y sueños. Decidió que era mejor mantenerse alerta y cuidarse.

"¿Te gusta el helado de frutilla?" - le preguntó el anciano, sonriendo de nuevo.

"Sí, es mi favorito!" - respondió Lila mientras entraban al local.

Al entrar, Lila vio en la mirada de Don Gabriel una mezcla de deseo y anhelo. Entonces decidió hacer algo. Antes de pedir su helado, miró a la heladera llena de sabores y se le ocurrió una idea.

"¡Espera! Tengo una idea!" - dijo. "¿Por qué no hacemos un juego? Usemos nuestra imaginación para crear el helado más loco del mundo!"

"¿Cómo sería eso?" - preguntó Don Gabriel, sorprendido.

"¡Podríamos mezclar todos los sabores y agregar caramelos y galletitas! ” - Su entusiasmo era contagioso.

Don Gabriel comenzó a mostrarse más interesado, por un momento olvidó su real intención. Lila, rápida como un rayo, pidió su helado de frutilla con todos los ingredientes que se le ocurrieron. Mientras lo disfrutaba, enseguida se sintió más segura.

"¡Es una locura!" - se reía junto a otros niños que estaban cerca.

Finalmente, Don Gabriel también pidió un helado, dejando de lado sus intenciones iniciales. Mientras hablaban y reían, Lila sintió que había hecho lo correcto al cambiar el rumbo de la conversación. El ambiente se volvió más ligero y divertido, lo que desarmó al anciano de sus pensamientos oscuros.

"¡Esto es increíble! ¡Nunca me había reído tanto con un niño!" - dijo Don Gabriel, verdaderamente divertiéndose ahora. Pero Lila, que era astuta, decidió que era momento de decir adiós.

"Me alegra que te estés divirtiendo, Don Gabriel. Pero ya es hora de irme. Mi mamá me está esperando!" - le dijo mientras corría hacia la salida, sin mirar atrás.

Antes de que Don Gabriel pudiera decir algo, se perdió entre la multitud. Lila sonrió, sintiéndose satisfecha de haber tomado control de la situación. Nos tenés que cuidar de las personas, pero siempre se puede encontrar la manera de sobrellevar lo que parece complicado.

Esa tarde, Lila regresó a casa con una lección importante. Aprendió que, aunque puede ser divertido conocer gente nueva, siempre debía tener cuidado y no bajar la guardia. También descubrió que su imaginación podía ser una gran aliada para transformar una situación incómoda en una hermosa experiencia.

"Siempre es importante protegerse y ser astuto, pero no dejes que eso apague tu luz y alegría" - reflexionó mientras disfrutaba su helado, pensando en las aventuras que aún la aguardaban.

FIN.

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