La Aventura del Buen Lobo y Caperucita



En un bosque encantado, vivía un lobo llamado Leo, que no era como los demás. Leo era amable y soñador. Un día, mientras paseaba, se encontró con Caperucita, una niña valiente que llevaba una cesta llena de delicias para su abuela.

"Hola, Caperucita, ¿adónde vas con esa cesta tan linda?" - preguntó Leo, con su voz suave.

"Voy a casa de mi abuelita, que vive al otro lado del bosque. Llevo algunas galletitas que hice yo misma. ¿No te gustaría acompañarme?" - respondió Caperucita, sonriendo.

Leo no podía creer lo que escuchaba. Nadie jamás le había invitado a ir a un lugar, y menos a compartir una merienda. Sin pensarlo dos veces, aceptó la invitación.

Mientras caminaban, comenzaron a hablar y conocerse mejor. Caperucita le contó a Leo sobre su abuela, que siempre le contaba cuentos mágicos antes de dormir.

"¡Eso suena increíble! Me encantaría escuchar esas historias de la abuela" - dijo Leo, emocionado.

Sin embargo, en el bosque también acechaba un cazador. Se llamaba Marco y, aunque intentaba ser valiente, tenía un gran miedo a todo lo que tenía colmillos. Su única meta era atrapar al "lobo feroz" para que no asustara a los vecinos.

Un día, mientras Marco se adentraba en el bosque, escuchó risas y decidió seguir el sonido. Cuando llegó, vio a Caperucita y Leo charlando alegremente.

"¡Alto ahí!" - gritó Marco, apuntando con su flecha. "¡Eso es un lobo! Debo atraparlo!"

Caperucita se dio cuenta de que Marco no había entendido nada. Con valentía, se interponía entre el cazador y Leo.

"Espera un momento, Marco. Este lobo no es malo. Es Leo, un buen lobo que solo quiere hacer amigos" - pidió Caperucita, tratando de calmar la situación.

Marco se quedó confundido. Nunca antes había conocido a un lobo que no quisiera asustarlo. Se rascó la cabeza, pensativo.

"¿De verdad?" - dijo, un poco escéptico.

"Sí, Leo es muy amable. Me acompaña a casa de mi abuela" - insistió Caperucita.

Decidido a resolver el problema, Leo dio un paso adelante, mostrando su mejor sonrisa.

"Hola, Marco. Te prometo que no soy un lobo feroz. Solo quiero ser amigo y disfrutar de una buena merienda con Caperucita y su abuela. ¿Te gustaría venir también?" - propuso Leo, con sinceridad.

Marco no se esperaba eso. Nunca había pensado en llegar a ser amigos con un lobo. Tal vez, solo tal vez, había algo más en él. Después de pensarlo por un momento, aceptó.

"Está bien, he estado buscando amigos. Iré con ustedes" - dijo Marco, un poco más relajado.

Así, los tres siguieron su camino hasta la casa de la abuela. Al llegar, la abuelita, que desconocía la situación, los recibió con una gran sonrisa.

"¡Qué sorpresa verles! Es un gusto tener a Caperucita aquí, y conocer a sus nuevos amigos. ¡Vamos a preparar una merienda deliciosa!" - exclamó la abuelita.

Mientras la abuelita preparaba las galletas, Leo, Caperucita y Marco se sentaron a charlar sobre sus aventuras. Descubrieron que, a pesar de sus diferencias, todos compartían sueños y ganas de jugar.

El olor de las galletas recién horneadas llenó la habitación. La abuela sirvió la merienda y, por primera vez, todos se sentaron juntos, disfrutando de la compañía.

"A veces, lo que parece aterrador no es tan malo si lo conoces de verdad" - reflexionó Marco, mientras degustaba una galletita.

"Exactamente, y así hacemos amigos" - sonrió Caperucita.

Leo, emocionado, dijo:

"Y esta es una gran historia para contar, provechosa y divertida. Todos podemos ser amigos sin importar nuestra apariencia".

Así, aquel día, el bosque resonó con risas y charlas, y la amistad floreció entre un lobo, una niña y un cazador, recordando siempre que los verdaderos amigos se encuentran cuando menos lo esperas.

FIN.

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