La Aventura del Soldado Miedoso y el Niño Brillante



Era una mañana radiante cuando un grupo de escolares decidió realizar una excursión al lejano bosque de las Maravillas. Entre los niños, estaba Lucas, un chico muy inteligente con una curiosidad ilimitada por el mundo. Aquel día, no solo había compañeros, sino que también un curioso adicional: un soldado miedoso llamado Capitán Carlos.

El Capitán Carlos había llegado al bosque buscando recuperar su valor, ya que, a pesar de ser un soldado, tenía un inmenso miedo a lo desconocido. Durante años, había estado en batallas, pero nada lo asustaba tanto como la idea de entrar en la Casa Encantada que habían oído entre rumores de los aldeanos.

"¿Viste? Ahí está la casa encantada", dijo una niña del grupo, señalando una construcción antigua y cubierta de hiedra. Los ojos del Capitán Carlos se abrieron como platos.

"¡Es solo un mito, no se dejen llevar!", exclamó Carlos, intentando ocultar su pánico.

"Pero yo quiero ir a explorarla", respondió Lucas, con su mirada intrigada.

Al escuchar al niño, una chispa de valor comenzó a arder dentro del Capitán Carlos. "Si Lucas, tú, tan inteligente, quieres ir... tal vez yo podría ser de ayuda".

"¡Sí! Vamos juntos, Capitán".

Los niños se acercaron con risas y murmullos. Con cada paso hacia la casa, el corazón del soldado latía con más fuerza. Sin embargo, Lucas mantenía su mente ocupada, planteando acertijos y rompecabezas que alejaban el miedo de todos.

"¿Cómo puede una casa estar encantada, si no podemos ver a los fantasmas?", preguntó Lucas, iluminando a sus amigos con su curiosidad.

"Tal vez los fantasmas solo están esperando un amigo para jugar", musitó una niña.

Cuando llegaron a la puerta de la casa, el Capitán Carlos dudó. Las viejas tablas crujían bajo sus pies.

"¡No puedo hacerlo, es demasiado para mí!", se quejó.

"Capitán, si vemos algo extraño, podemos salir corriendo", sugirió Lucas, tratando de tranquilizarlo.

"Y si nos encontramos con un fantasma?"

"¡Los fantasmas no son reales!", dijo el niño, firme y decidido.

Con un empujón de sus compañeros y la fuerza de la curiosidad impulsándolo, Carlos tomó aire y empujó la puerta. Adentro, la casa estaba cubierta de polvo y telarañas, pero había libros antiguos y objetos misteriosos. Lucas se aventuró primero, mirando cada rincón.

"¡Miren esto!", exclamó, levantando un libro lleno de historias.

"¡Y esto!", dijo otro niño mientras sacaba un antiguo mapa de la pared.

De repente, una corriente de aire frío recorrió la habitación y una sombra apareció en la esquina. El Capitán Carlos dio un salto.

"¡Es un fantasma!", gritó.

"¡No, espera!", le contestó Lucas, confiado. "Vamos a averiguarlo".

Los niños se acercaron al lugar donde estaba la sombra y descubrieron que era solo una cortina moviéndose por la brisa. Carlos respiró aliviado, pero aún había algo que le preocupaba.

"¿Qué haremos con el mapa?", preguntó, señalando el antiguo papel.

"Podemos seguirlo y descubrir un tesoro escondido", sugirió Lucas emocionado.

Y así, con cada paso que daban, Lucas guiaba a sus amigos a través de los oscuros pasillos, señalando pistas y resolviendo acertijos. Cada descubrimiento llenaba a Carlos de un nuevo valor, aproximándolo cada vez más a lo que temía. Al final, encontraron una caja antigua.

"¡Abranla!", gritó uno de los niños.

"Está cerrada!", dijo Carlos, sintiéndose un poco más valiente.

"Capitán, ayúdame a abrirla", dijo Lucas con una sonrisa.

Juntos lograron abrirla y dentro encontraron cartas y recuerdos de personas que habían vivido en la casa. No había tesoros materiales, pero sí un legado de historias fascinantes que contar.

"Creo que hemos encontrado algo más valioso que oro", comentó Lucas, con sabiduría en sus ojos.

"¿Sabes? Tal vez, sea verdad que los fantasmas solo quieren compañía", reflexionó Carlos, sintiendo que su miedo se disipaba.

Desde entonces, el Capitán Carlos no solo se enfrentó a su miedo, sino que también se volvió un buen compañero para los niños, aprendiendo de ellos y compartiendo nuevas aventuras. Lucas y el Capitán se volvieron amigos inseparables, explorando juntos el mundo y descubriendo que el valor se encuentra en la amistad y la curiosidad.

Así, en un pequeño rincón del bosque de las Maravillas, la casa encantada se transformó en un lugar de risas y descubrimientos, gracias a un soldado miedoso y un niño muy inteligente.

FIN.

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