La Carrera a la Luna de Sayen y Amaia



Era una cálida tarde en el jardín de su casa, donde Sayen y su hermana Amaia pasaban el tiempo soñando. Ambas eran fanáticas de las estrellas y la luna. Un día, mientras miraban el cielo estrellado, Sayen exclamó:

"¡Quiero ser la primera en viajar a la luna! ¡Voy a construir una cohete!"

"¡No, yo quiero ir primero!" respondió Amaia, con firmeza.

De repente, el jardín se llenó de ideas locas sobre cómo iban a conseguirlo. Sayen ya había imaginado su cohete: "Lo haré con cajas de cartón y un montón de globos de helio. ¡Seré tan ligera que llegaré volando!"

Amaia, por su parte, propuso:

"No, eso no servirá. Tengo una idea mejor: usaré una tabla de surf, un paracaídas y un montón de fuegos artificiales. ¡Eso me lanzará al espacio!"

Ambas comenzaron a prepararse para su viaje. Sayen se dedicó a recolectar cajas de cartón y globos, y Amaia se puso a trabajar con los fuegos artificiales. Sin embargo, no podían dejar de pelear sobre quién sería la primera en llegar a la luna.

Un día, mientras estaban en medio de una de sus disputas, un anciano del vecindario se acercó. Era Don Carlos, un viejo astronauta que había viajado por el espacio. Les habló con seriedad:

"Chicas, la luna no es un lugar para competir. Se trata de explorar, aprender y disfrutar el viaje. ¿No sería mejor trabajar juntas?"

Sayen y Amaia se miraron confundidas, pero algo en las palabras de Don Carlos les hizo reflexionar. Sin embargo, no podían dejar de mirar al cielo y seguir soñando en su carrera.

Un día, Sayen decidió construir su cohete como había planeado. Con mucho esfuerzo, logró armarlo. Pero cuando fue a probarlo, los globos se escaparon y el cohete se desarmó. Mientras tanto, Amaia estaba tan ocupada con sus fuegos artificiales que un accidente casi provoca un pequeño incendio en su jardín.

Ambas se miraron, un poco decepcionadas.

"¿Qué tal si juntamos nuestras ideas?" sugirió Sayen.

"¿Y si en vez de competir, hacemos un gran cohete juntas?" respondió Amaia.

Con esa idea en mente, comenzaron a trabajar juntas. Sayen le mostró a Amaia cómo armar el cohete con cartones, y Amaia le enseñó a Sayen cómo hacer el sistema de lanzamiento con fuegos artificiales (con mucho cuidado, claro).

Día tras día, el cohete fue tomando forma. Se convirtieron en un gran equipo y descubrieron que la risa y la comunicación eran más importantes que ganar. Finalmente, llegó el día del lanzamiento.

"¡Estamos listas!" dijo Sayen emocionada, mientras apretaban juntas el botón de lanzamiento.

Con un gran estruendo, el cohete se elevó hacia el cielo. Ambas gritaban de alegría mientras el cohete desaparecía entre las nubes.

Al final, no importaba quién había llegado primero. Lo que realmente importaba era que lo habían logrado juntas. Al mirar la luna desde la Tierra, se dieron cuenta de que el amor de hermanas era más valioso que cualquier competencia.

"La luna es hermosa, ¿verdad?" dijo Amaia.

"Sí, y tenemos un montón de aventuras por vivir juntas. ¡Vamos por más viajes!" respondió Sayen.

Y así, las dos hermanas aprendieron que trabajar en equipo les traería más alegrías que competir entre ellas. Desde ese día, decidieron seguir explorando, no solo el cielo, sino también el mundo que las rodeaba, siempre acompañadas de su amor de hermanas.

FIN.

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