La Ciudad de la Magia



En un rincón lejano del mundo, había una ciudad maravillosa llamada la Ciudad de la Magia. En esta ciudad, los árboles susurraban secretos, los ríos cantaban melodías y las nubes formaban figuras de animales en el cielo. Todo era mágico, pero también había un pequeño problema: la magia solo se activaba cuando los habitantes hacían algo bueno por los demás.

Una mañana soleada, dos amigos inseparables, Lía y Tomás, decidieron explorar la ciudad y descubrir todos sus secretos.

"¡Vamos a buscar la fuente de la magia!" - dijo Lía emocionada.

"Sí, ¡quiero ver cómo brilla!" - respondió Tomás con una sonrisa.

Mientras caminaban, se encontraron con un anciano que vendía flores mágicas.

"¿Sabían que estas flores pueden hacer que la risa florezca en cualquier lugar?" - les dijo el anciano con una voz cálida.

"¡Guau! ¿Cómo funcionan?" - preguntó Lía.

El anciano sonrió.

"Solo necesitan compartirlas. La risa se multiplicará y la magia empezará a brillar aún más."

Lía y Tomás decidieron llevar algunas flores y comenzaron a repartirlas por la ciudad. Compartieron las flores con un grupo de niños que estaban tristes porque no había juegos en el parque.

"¡Tomen estas flores!" - dijo Tomás.

"¡Con ellas, podrán jugar y reír!" - agregó Lía.

De repente, las flores comenzaron a brillar intensamente, y una risa contagiosa llenó el aire. Todos los niños comenzaron a jugar y, de pronto, el parque se llenó de colores y magia. Los árboles danzaban mientras el viento se unía a la diversión.

"¡Esto es increíble!" - exclamó Lía.

"¡Sigamos compartiendo!" - dijo Tomás, lleno de energía.

Así que los dos amigos siguieron por la ciudad, ayudando a quien se cruzaba en su camino. Ayudaron a una anciana a llevar sus bolsas, enseñaron a un grupo de niños a jugar, y al final, hasta ayudaron a un perro a encontrar su dueño.

Con cada buena acción, la magia de la ciudad brillaba más y más.

Finalmente, se acercaron a la fuente de la magia. Era un hermoso estanque rodeado de flores de todos los colores. Al ver lo que habían hecho, el agua del estanque comenzó a brillar de una manera deslumbrante.

"¿Ves, Tomás? La magia brilla cuando hacemos algo bonito" - dijo Lía.

"¡Nunca lo olvidaremos!" - respondió su amigo.

En ese instante, una nube de mariposas de colores salió del estanque, danzando alrededor de Lía y Tomás, como un agradecimiento por su bondad.

"La Ciudad de la Magia se fortalecerá siempre que haya amistad y buena voluntad" - les dijo el anciano que habían conocido al principio.

Desde ese día, Lía y Tomás entendieron que la verdadera magia está en ayudar a los demás y compartir momentos de alegría. Así, cada día en la Ciudad de la Magia se volvía más brillante.

FIN.

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