La Dulce Aventura de Tersa



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, una niña llamada Tersa. Tersa era conocida por su amor por los dulces. Le encantaban las golosinas de todos los colores: caramelos, chocolates y hasta pasteles de crema. Cada vez que había una fiesta, todos esperaban ansiosos a que ella llegara, porque siempre llevaba la mejor bolsas de chicles y alfajores.

Pero había un pequeño problema; Tersa no solo amaba los dulces, sino que detestaba las verduras. Su madre, la señora Rosa, trataba de convencerla:

"Tersa, cariño, necesitas comer verduras para crecer fuerte y sano. Mirá esas espinacas, son riquísimas!"

"¡Ay, mamá! ¡Eso es muy aburrido!" exclamaba Tersa mientras se metía un puñado de gomitas en la boca.

Un día, mientras Tersa jugaba en el parque, se encontró con un grupo de niños que estaban haciendo una carrera de obstáculos. Uno de los niños, Joaquín, era conocido por ser el más veloz del barrio.

"¿Querés participar, Tersa?" le preguntó Joaquín.

"No sé, no soy muy rápida…" respondió con un poco de desánimo.

"¡Dale! Si ganás, te doy todos mis caramelos. ¡Vamos!"

Emocionada ante la idea de ganar muchos caramelos, Tersa decidió intentarlo. Sin embargo, cuando empezó la carrera, se dio cuenta de que no podía correr tan rápido como los demás. Se sintió cansada y sin energía.

"¡Esto es difícil!" gritó mientras se detenía a recuperar el aliento.

"¿Estás bien, Tersa?" le preguntó Joaquín.

"Sí, creo que tengo que comer más dulces para tener más energía…"

El chico miró a Tersa con preocupación y respondió:

"Tal vez necesitas un poco de zanahoria, dicen que ayuda a la visión y a correr más rápido".

Tersa frunció el ceño, olvidando por un momento cómo amaba los dulces. Pero algo en la mirada de Joaquín la hizo pensar. Esa noche, antes de dormir, se quedó pensando en su día.

"No puede ser que tenga que elegir entre mis dulces y ser buena en la carrera", se dijo a sí misma.

Al día siguiente, decidió hacer un experimento. En lugar de comer solo gomitas para el almuerzo, se hizo un colorido plato de ensalada con lechuga, zanahoria y un poco de pollo. Le puso un poco de salsa y, para su sorpresa, ¡sabía delicioso!

Durante la semana, Tersa siguió comiendo verduras y se sintió con más energía. Un viernes, decidió unirse de nuevo a la carrera del parque. Esta vez no se detuvo, corrió hasta la meta y, para su sorpresa, terminó en segundo lugar.

"¡Tersa, lo hiciste increíble!" gritó Joaquín mientras corría hacia ella.

"Gracias, Joaquín! Creo que las verduras sí funcionan. ¡Quiero seguir corriendo y mejorando!"

Desde entonces, Tersa aprendió a disfrutar no solo de sus dulces favoritos, sino también de un plato lleno de verdura. Comprendió que una buena alimentación la ayudaba a sentirse bien y a jugar más tiempo con sus amigos. La próxima vez que su mamá le ofreció un plato de espinacas, sonrió, porque ya no las veía como un castigo, sino como un gigante presente para su cuerpo.

Tersa jamás dejó de amar los dulces, pero ahora sabía que un equilibrio era lo mejor. Y así, la niña que solo quería comer caramelos, se convirtió en la más rápida del barrio, gracias a su revitalizante plato de ensalada. Ahora, cada vez que podía, llevaba su deliciosa ensalada al parque y enseñaba a sus amigos que comer saludable también podía ser divertido.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!