La Estrellita Apagada



En el cielo había muchas estrellas. Eran vibrantes y brillantes, todas deslumbrando en la noche oscura. Pero, entre todas ellas, había una estrellita que se sentía muy triste.

"Soy la menos brillante de todas", - suspiraba la estrellita mientras miraba a sus compañeras relucir.

Un día, la estrellita decidió que ya no podía seguir así. "Debo encontrar mi brillo", - se dijo y comenzó a recorrer el cielo, buscando respuesta.

Mientras paseaba, se encontró con la Luna.

"Hola, Estrellita, ¿por qué estás tan apagada?" - preguntó la Luna.

"Soy la menos brillante, no tengo luz como las demás. Eso me hace sentir muy triste" - contestó la estrellita.

La Luna sonrió y dijo, "No te preocupes, cada estrella tiene su propio valor. A veces no se trata de brillar fuerte, sino de brillar a tu manera."

La estrellita se sintió un poco mejor, pero aún quería brillar como las demás. Continuó su camino y se encontró con un grupo de planetas.

"Hola, Estrellita, ¿qué te pasa?" - preguntaron los planetas.

"Soy la menos brillante del cielo y eso me entristece" - dijo la estrellita con voz temblorosa.

Uno de los planetas, llamado Tierra, le dijo: "Pero cada noche, tú iluminas la oscuridad. Sin ti, el cielo sería un lugar mucho más triste."

La estrellita se sorprendió.

"¿De verdad?" - preguntó con esperanza.

"Sí, tu luz suave y delicada es especial. No necesitas ser brillante para ser importante." - le explicó el planeta.

Emocionada, la estrellita siguió su camino y llegó a un pequeño niño que estaba viendo el cielo desde su ventana.

"Mira, ¡una estrella!" - exclamó el niño lleno de alegría.

"Esa debe ser la estrella más brillante del cielo", - dijo la madre del niño.

La estrellita sintió un cálido cosquilleo en su pequeño cuerpo.

"Miren, ¡yo!" - brilló con todas sus fuerzas, y aunque no era tan brillante como las demás, el niño sonrió y la apuntó con el dedo.

"Me gusta esa estrella, tiene una luz hermosa y especial" - dijo el niño mientras se llenaba de sueños.

Al escuchar eso, la estrellita entendió que su luz suave era justo lo que necesitaba el niño para soñar.

Y así, cada noche, brillaba con todo su corazón, sintiéndose feliz y valiosa. Entendió que ser diferente no era algo malo, sino que eso la hacía única.

Desde entonces, la estrellita nunca volvió a sentirse triste y cada vez más niños la admiraban.

"Soy la estrellita que ilumina los sueños", - se decía a sí misma, sabiendo que su lugar en el cielo era fundamental.

Y así, en la inmensidad del cielo, la estrellita aprendió que cada luz tiene su propio brillo. Y lo más importante, comenzó a brillar con alegría, recordando que todos, de alguna manera, somos especiales.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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