La Gota Negra y los Tres Monigotes



En un pequeño pueblo lleno de colores, vivían tres monigotes: Pepi, Nacho y Luli. Eran amigos inseparables y siempre tenían ganas de jugar. Un día, mientras exploraban el bosque cercano, encontraron un objeto extraño en el suelo: una gota negra brillante.

"¡Mirá esto! ¿Qué será?" – dijo Pepi, emocionado.

"No sé, pero parece mágico" – respondió Luli, intrigada.

"Yo digo que la traigamos con nosotros" – sugirió Nacho, ansioso por descubrir más sobre la misteriosa gota.

Y así, los tres amigos decidieron llevar la gota a su casa. Una vez en el taller de Pepi, la gota comenzó a brillar y a temblar.

"¿Qué le pasa?" – preguntó Luli, con un poco de miedo.

Pepi la observó y dijo:

"Me da la impresión de que está pidiendo algo. Tal vez quiere ser parte de un juego."

Curiosos, los tres comenzaron a jugar a una serie de aventuras donde la gota negra les otorgaba poderes especiales. Con un parpadeo, podían volar, hacerse invisibles o incluso hablar con los animales. Era una experiencia increíble, pero pronto empezaron a notar que la gota no solo les daba poderes, también generaba pequeños problemas en su entorno.

"Mirá, Nacho, ese árbol se marchitó cuando volaste sobre él" – observó Luli, preocupada.

"Y el perro de la señora Rosa no para de correr en círculos desde que hablamos con él" – añadió Pepi, apenado.

Los tres comprendieron que por cada juego y aventura, había consecuencias. Comenzaron a discutir.

"¿Y si la gota se queda para siempre?" – preguntó Nacho, preocupado.

"No lo sé. Tal vez deberíamos devolverla de dónde vino" – sugirió Luli.

"Pero, ¡y si nunca más podemos jugar como antes?" – exclamó Pepi.

A medida que discutían, la gota negra comenzó a oscurecerse y a temblar con más fuerza. Los tres amigos miraron asombrados cómo una nube de vapor emergía de ella, formando una figura. ¡Era un monigote encantado!"¡Hola! Soy Mono, el guardián de la gota. He estado observando su juego."

"Mono, necesitamos ayuda. Nos encanta jugar, pero no queremos dañar el mundo que nos rodea" – dijo Nacho, arrepentido.

"Esa es la clave, amigos. La verdadera magia no está en los poderes que da la gota, sino en cómo pueden disfrutar de la naturaleza sin alterar su esencia."

"Pero, ¿cómo lo hacemos?" – preguntó Luli.

"Con responsabilidad y respeto. Jugar es divertido, pero no deben olvidar cuidar de su entorno."

Los tres monigotes asintieron, comprendiendo que aunque la gota negra les había dado poderes, lo más importante era la amistad y el respeto por el mundo natural. Mono les sonrió y les dijo:

"Si deciden dejar la gota en su lugar, pueden seguir disfrutando de la naturaleza. Pero deberán aprender a jugar de un modo diferente."

Con la ayuda de Mono, Pepi, Nacho y Luli decidieron devolver la gota negra al bosque. Al hacerlo, sintieron un alivio. La naturaleza a su alrededor lucía más vibrante que nunca.

"Cha, qué bien se siente" – dijo Pepi, mirando las hojas brillantes.

"Eso es porque están haciendo lo correcto" – respondió Mono, antes de desaparecer en un destello de luz.

Desde ese día, los monigotes encontraron nuevas formas de jugar, explorando el bosque, cuidando de los animales y compartiendo aventuras llenas de risas, pero sin alterar el entorno. Aprendieron que ser buenos amigos de la naturaleza era la aventura más grande de todas.

Y así, la gota negra se convirtió en un recuerdo hermoso de un día importante, donde descubrieron que el verdadero juego implica cuidar lo que amamos.

FIN.

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