La Gran Aventura de Damián y Goliat el Gigante



Era una mañana brillante en el pequeño pueblo de Valle Alegre. Todos los habitantes estaban muy preocupados porque había un gigante llamado Goliat que siempre venía a jugar y asustar a los demás. Goliat era muy alto y fuerte, y a pesar de que solo quería jugar, a los niños les daba miedo.

Por otro lado, había un niño llamado Damián. Él no era muy grande, pero siempre tenía una sonrisa y un gran corazón. Un día, mientras jugaba con una honda que le había hecho su abuelo, escuchó un gran estruendo. Era Goliat que venía al pueblo. Los demás niños se escondían detrás de sus madres y los adultos hablaban sobre cómo podrían detenerlo.

Damián se acercó a sus amigos y les dijo:

- ¡No hay que tenerle miedo! Tal vez Goliat solo quiere hacer amigos.

Los demás niños lo miraron con extrañeza.

- Pero es un gigante, Damián. ¡Es muy grande y fuerte! - dijo Lucía, su mejor amiga.

- ¡Yo tengo una idea! - exclamó Damián. - Voy a invitarlo a jugar con nosotros. Si le mostramos que no somos un problema, tal vez se asuste y se vaya.

Con un brillo en sus ojos, Damián se dirigió hacia donde estaba Goliat, que se estaba quejando de que no podía encontrar a nadie para jugar. Cuando se acercó, le dijo:

- ¡Hola, Goliat! Soy Damián. ¿Te gustaría jugar con nosotros en el parque?

Sorprendido, Goliat se agachó para verlo mejor y, con una enorme sonrisa, respondió:

- ¡Oh, sí! Me encantaría jugar!

Damián no podía creer que su plan estaba funcionando. Regresó corriendo al grupo y les dijo:

- ¡Vengan, Goliat quiere jugar con nosotros!

Los niños miraron a Damián con ojos grandes, pero todos decidieron darle una oportunidad. Cuando llegaron al parque, Goliat se presentó y, aunque al principio estaban un poco asustados, rápidamente se dieron cuenta de que era un gigante amable y divertido.

- ¡Vamos a jugar a la pelota! - propuso Goliat, levantando una pelota con una mano.

- ¡Genial! - gritó Damián.

Mientras jugaban, Goliat les mostró su mejor tiro de balón y, aunque a veces podía ser un poco torpe por su tamaño, hacía reír a todos cuando tropezaba con las ramas o caía en la arena.

Después de un rato, Damián se quedó pensativo. A medida que jugaban, no podía dejar de ver cómo Goliat intentaba ser parte del juego, pero siempre tenía cuidado de no lastimar a nadie. Entonces, un niño más pequeño llamado Nico se acercó y le preguntó a Damián:

- ¿Por qué se asustaban de Goliat? Es muy divertido.

Damián sonrió y dijo:

- A veces, las cosas que parecen grandes y aterradoras, como Goliat, pueden ser increíbles si les damos una oportunidad.

Todos los niños asintieron, y continuaron jugando alegremente hasta que llegó la noche.

Cuando el sol comenzó a ocultarse, Goliat se despidió.

- ¡Gracias, amigos! Nunca pensé que jugar con ustedes sería tan divertido. Espero que podamos hacerlo de nuevo.

- ¡Sí! - gritaron todos juntos.

Damián miró a sus amigos y se sintió orgulloso. Habían aprendido que a veces las apariencias pueden engañar y que es importante ser valientes y dar oportunidades. Goliat, el gigante, se había convertido en un amigo, y Valle Alegre era un lugar mucho más feliz con él.

Y así, todos volvieron a casa esa noche, riendo y hablando sobre sus nuevas aventuras. El miedo se había ido, y la diversión apenas comenzaba. Desde entonces, la historia de Damián y Goliat se contó en cada rincón de Valle Alegre, recordándoles siempre que la amistad y la valentía son más grandes que cualquier miedo.

Fin.

FIN.

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