La Gran Aventura de la Hormiga y la Cochinchilla



En un pequeño jardín lleno de colores y aromas, vivían una hormiga llamada Antonia y una cochinilla llamada Clara. Antonia siempre estaba en movimiento, recogiendo hojas secas para construir su casa. A diferencia de ella, Clara era más tranquila y pasaba el tiempo entre las flores, charlando con las abejas y los pájaros.

Un día, mientras Antonia estaba trabajando duramente recolectando hojas, se encontró con Clara.

"¡Hola, Clara! ¿Por qué no me ayudas a recoger hojas?" - le preguntó Antonia.

"Oh, Antonia, ¡pero yo estoy disfrutando de la vida!" - respondió Clara con una sonrisa.

"Pero si no trabajamos, ¿dónde vamos a vivir?" - insistió Antonia.

Clara miró a su amiga y pensó que quizás un poco de esfuerzo no le vendría mal. Entonces, decidió unirse a Antonia en la recolección de hojas. Juntas, comenzaron a juntar hojas secas, riendo y charlando sobre sus sueños: Antonia quería construir la casa más bonita del jardín, mientras que Clara deseaba hacer una hermosa colección de flores.

Mientras recolectaban, llegaron a una parte del jardín donde las hojas secas formaban una montaña. Antonia, emocionada, exclamó:

"¡Mirá cuántas hojas! Podemos hacer una casa grandísima aquí."

Clara se acercó y observó la montaña de hojas. Sin embargo, al intentar subirla, perdió el equilibrio y rodó hacia abajo.

"¡Ay! ¡Esto no es tan fácil como parece!" - gritó Clara, un poco asustada.

Antonia se rió y le extendió una pequeña hoja como si fuese una mano amiga.

"No te preocupes, Clara. ¡Intentémoslo juntas!" - dijo, llena de entusiasmo.

Decididas, Antonia y Clara subieron la montaña de hojas secas una vez más. Esta vez, se ayudaron mutuamente, dándole apoyo a la otra. Al llegar a la cima, ambas brin­caron de alegría, viendo todo el jardín desde arriba.

"¡Mirá qué hermoso es todo desde aquí!" - exclamó Antonia.

"Sí, y todo lo que hay por descubrir. ¡No lo había notado antes!" - respondió Clara asombrada.

Mientras admiraban el paisaje, notaron que había un pequeño arroyo al fondo que antes no habían visto. Clara, llena de curiosidad, sugirió:

"Vamos a explorar ese arroyo. Tal vez encontremos flores frescas para mi colección."

Antonia, un poco reacia al principio, se dio cuenta de que sería una gran aventura. Juntas, comenzaron a descender la montaña de hojas, pero de pronto un viento fuerte apareció y empezó a soplar, desparramando hojas por todo el jardín y creando un pequeño torbellino.

"¡Oh no!" - gritó Antonia, mientras intentaba mantener el equilibrio.

Clara, aunque asustada, se acordó de lo mucho que habían trabajado juntas, así que tomó la mano de Antonia y dijo:

"¡Vamos! ¡Debemos unir fuerzas! Podemos superar esto."

Confundidas pero decididas, las dos amigas se acurrucaron una al lado de la otra, fortificadas por la confianza que habían construido. El viento pasó, y aunque las hojas se desparramaron, juntas lograron encontrar el arroyo.

Allí, descubrieron flores hermosas y frescas a su alrededor, llenas de colores y fragancias, algunas de las cuales nunca habían visto antes.

"¡Mirá, Clara! ¡Esto es aún mejor de lo que imaginé!" - gritó Antonia, corriendo hacia una flor azul brillante.

"¡Y tiene un aroma increíble! ¡Mira cómo las abejas vienen a visitarlas!" - respondió Clara, emocionada.

Y así, la hormiga Antonia y la cochinilla Clara comenzaron a recolectar flores para hacer una hermosa colección, mientras compartían risas y aventuras. Se dieron cuenta de que trabajar juntas no solo era importante, sino que también las acercaba más y hacía que cada cosa fuera más divertida.

Cuando regresaron a casa al caer el sol, con flores y recuerdos de su gran aventura, Antonia le dijo a Clara:

"¿Ves, Clara? Trabajar y divertirse juntas las hace a las cosas más especiales."

"Sí, Antonia. Nunca pensé que recoger hojas podría ser tan emocionante."

Desde entonces, Antonia y Clara aprendieron que, aunque eran diferentes, al unir sus fuerzas podían alcanzar grandes cosas, haciendo del jardín un lugar más hermoso para vivir. Así, todos los días compartían su tiempo recolectando hojas, flores y, sobre todo, risas.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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