La Gran Aventura de Lucas



Era un hermoso día de primavera cuando Lucas, un niño de siete años lleno de energía, se fue de viaje con sus padres a un encantador pueblo junto al lago. Era su primera vez en la montaña, y estaba muy emocionado por la numerosa variedad de actividades que había para hacer.

- ¡Mamá, papá! ¿Podemos ir a la playa del lago? - preguntó Lucas con su voz alegre.

- Claro, Lucas. Pero primero, vamos a armar las cosas en la cabaña - respondió su mamá.

Los padres de Lucas le explicaron que debía estar siempre cerca de ellos y nunca alejarse demasiado mientras estaban en un lugar nuevo. Primero disfrutaron del picnic que habían preparado, pero luego, Lucas, lleno de entusiasmo, decidió que quería explorar un poco más.

- ¡Voy a jugar cerca de esos árboles! - anunció, señalando un grupo de árboles a unos metros de distancia.

- Está bien, pero no te vayas muy lejos - le dijo su papá, dándole una sonrisa. - Aunque te prometemos que estaremos aquí, siempre es mejor que estés atento a tu alrededor.

Lucas, lleno de curiosidad, corrió hacia los árboles. Se metió entre las ramas, sintiendo la frescura del aire y el canto de los pájaros. Después de unos minutos de jugar, se dio cuenta que no sabía cómo volver. Pasaron varios minutos y al darse cuenta del tiempo, su corazón empezó a latir más rápido.

- ¡Mamá! ¡Papá! - gritó Lucas, pero no escuchaba respuesta. Se asustó un poco. - ¿Dónde estarán?

Comenzó a caminar tratando de recordar por dónde había venido, pero todo le parecía diferente. Con cada paso, su miedo crecía.

De repente, escuchó un sonido.

- ¡Hola! - una voz alegre lo llamó. Era Sofía, una niña de su edad, que había salido a explorar con su perro, Tobi. - ¿Estás perdido?

- Sí, no encuentro el camino de vuelta a donde están mis papás. - Lucas le respondió, con lágrimas en los ojos.

- No te preocupes, yo te ayudaré. Primero tenemos que mantener la calma. ¡Estar asustado no nos ayudará! - Sofía le sonrió y le acarició la cabeza a su perro.

- Gracias, eso suena bien. ¿Qué hacemos? - preguntó Lucas, comenzando a sentir que estaba en buenas manos.

- Primero, debemos recordar un par de cosas que nos enseñaron nuestros padres. ¿Recuerdas algo de cómo regresar? - preguntó Sofía.

Lucas frunció el ceño, tratando de recordar.

- Creo que decía que debía mirar los elementos de mi alrededor... ¡la dirección de la luz del sol! - dijo Lucas emocionado.

- ¡Exacto! Y también tenemos que hacer ruido, si gritamos, tal vez ellos nos escuchen. - Sofía sugirió.

Juntos comenzaron a gritar los nombres de los padres de Lucas. Pero después de unos minutos, los gritos no les traían respuestas. Entonces, Sofía tuvo otra idea.

- ¿Ves aquel árbol grande? Si llegamos hasta allá, podremos ver el campamento. - propuso.

Lucas, con renovada esperanza, lo acompañó corriendo. Al llegar al árbol, miraron alrededor.

- ¡Mira! - gritó Sofía, señalando hacia el lago. - ¡Ahí están tus papás!

Lucas se sintió aliviado, y cuando sus padres lo vieron, corrieron hacia él tan rápido como pudieron.

- ¡Lucas! - gritaron, abrazándolo. - ¡Nunca más te alejes! - dijo su madre, llena de preocupación pero también aliviada.

- Lo siento, mamá, no volverá a pasar - contestó Lucas, mirando a Sofía que sonreía.

- Estuve ayudándolo, no estaba solo - explicó Sofía.

Los padres agradecieron a Sofía por cuidar a su hijo. Después de todo, Lucas había aprendido algo muy valioso sobre la importancia de no alejarse, de trabajar en equipo y de mantener la calma en situaciones difíciles.

Esa tarde, todos juntos, regresaron a la cabaña, donde su mamá preparó una merienda deliciosa.

- Lucas, ¿qué aprendiste hoy? - le preguntó su papá mientras disfrutaban.

- Que debo estar siempre cerca, pero también que si me pierdo, puedo pedir ayuda. No siempre estoy solo - respondió Lucas con una gran sonrisa.

Desde entonces, Lucas nunca olvidó aquella aventura y siempre recordaba mantener la calma, observar su entorno y, sobre todo, ¡jugar con prudencia! Cada vez que conocía a un amigo nuevo, contaba su experiencia en la montaña y cómo había aprendido a ser valiente y reflexivo. Y así, aquel día en la montaña se volvió una historia inolvidable que lucía en su corazón, llena de risas y enseñanzas.

FIN.

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