La Gran Aventura de Sofía



Era un día soleado y brillante en el parque. Sofía, una pequeña niña de seis años, corría felizmente entre los árboles y los juegos, riendo y jugando con otros niños. Sin embargo, mientras exploraba un nuevo rincón del parque, se distrajo viendo un hermoso pato en el estanque. Cuando giró la cabeza, se dio cuenta con horror de que no podía ver a su mamá.

"Mamá, ¿dónde estás?" gritó Sofía, soltando un llanto desconsolado. Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras intentaba recordar por dónde había estado.

A lo lejos, una amable anciana que paseaba a su perro se acercó a ella.

"Pequeña, ¿qué te pasa?" preguntó la anciana con dulzura.

"Me perdí y no sé dónde está mi mamá" dijo Sofía, entre sollozos.

"No te preocupes, cariño. Vamos a encontrarla juntos" respondió la anciana mientras acariciaba a su perro, que movía la cola amigablemente.

Sofía miró al perro y, por un momento, se sintió un poco más tranquila. La anciana le propuso hacer un plan.

"Primero buscaremos el lugar donde te distanciaste de tu mamá. ¿Recuerdas qué estaban haciendo?"

"Estábamos cerca del columpio, pero yo quería ir a ver el pato."

"¡Perfecto! Vamos hacia allá".

Las dos se encaminaron hacia el columpio, donde había varios niños jugando. Sofía se sintió un poco esperanzada.

"¿Tú crees que la voy a encontrar?" preguntó Sofía, mirando a la anciana.

"Claro que sí. Siempre hay formas de volver a encontrarnos cuando estamos perdidos. Debemos quedarnos juntas, así como un equipo".

Al llegar al columpio, Sofía miró alrededor, pero no había rastro de su madre. Entonces, un niño que jugaba cerca la interrumpió.

"¡Hola! ¿Por qué estás triste?" preguntó el niño.

"Me perdí y no encuentro a mi mamá" respondió Sofía con un hilo de voz.

El niño frunció el ceño y pensó por un momento.

"A veces los adultos no se dan cuenta de que los niños están lejos. ¿Por qué no hacemos un juego y llamamos a los padres? ¡Así seguro que aparece!"

"¿Un juego? ¿Cómo?" preguntó Sofía, con un brillo de curiosidad en sus ojos.

"Podemos gritar juntos: '¡Mamá! ¡Sofía está aquí!'"

Sofía sonrió e hizo una mueca de acuerdo. Juntos, los niños gritaban a voz en cuello.

"¡Mamá! ¡Sofía está aquí!"

"¡Mamá, ven!"

Su risa resonaba en el parque mientras continuaban gritando. Pero la mamá de Sofía no contestaba.

La anciana, que había estado observando, se acercó para alentar a los niños.

"También podemos buscar lugares donde creas que tu mamá pudiera estar. A veces, ella busca a los niños en los mismos sitios donde fueron a jugar".

Así que Sofía, motivada, se acordó de la tiendita de helados.

"¡Ella siempre me compra un helado!" exclamó.

El grupo decidió ir hacia la tiendita. Cuando llegaron, la mujer que vendía helados vio la expresión preocupada en el rostro de Sofía.

"¿Buscas algo, pequeña?" dijo la vendedora.

"Estoy buscando a mi mamá" respondió Sofía.

"No te preocupes. Si te das vuelta, creo que la veo allí, cerca del carrito de perritos calientes".

Sofía se volvió y, efectivamente, allí estaba su mamá, mirando y llamando por ella. Corrió hacia ella, sintiendo que su corazón se llenaba de alegría.

"¡Mamá!" gritó Sofía, abrazándola fuertemente.

"¡Sofía! No sabes cuánto te he estado buscando. Estaba tan asustada" dijo su mamá, abrazándola con fuerza.

"Yo también, pero una señora y un niño me ayudaron". Sofía sonrió mientras señalaba a la anciana y al niño.

"Estamos muy agradecidos de que hayan estado aquí para ayudarla. Eres muy valiente, Sofía" dijo la anciana.

Sofía sonrió, sintiéndose orgullosa. Aprendió que, aunque a veces podemos perdernos, siempre hay alguien dispuesto a ayudar.

"¿Podemos ir a tomar un helado?" preguntó Sofía con una gran sonrisa. Su mamá asintió, y aunque Sofía había pasado por un momento difícil, su pequeño corazón se sintió aliviado y feliz la mayor parte del tiempo. Así acabó su aventura, y fuera de la lección, Sofía entendió que siempre es bueno pedir ayuda.

FIN.

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