La Gran Aventura de Soledad y Tobi



En un jardín de infantes lleno de juegos coloridos y risas, había una niña llamada Soledad. Ella era una de las más grandes del grupo, con cinco años, y había aprendido muchas cosas sobre cómo comportarse en la sala de juegos. Un día, mientras todos estaban jugando, se dio cuenta de que un nuevo niño, Tobi, de apenas tres años, no sabía lo que se podía y no se podía hacer dentro del aula. Así que decidió ayudarlo.

"Hola, Tobi! ¿Te gustaría jugar conmigo?" - le preguntó Soledad con una gran sonrisa.

"¡Sí! Pero no sé jugar bien..." - contestó Tobi, mirando un poco confundido al montón de juguetes que lo rodeaban.

"No te preocupes, yo te voy a enseñar. Primero, debemos recordar que en la sala no podemos correr, porque podemos lastimarnos. Ahora, ven, juguemos a armar bloques juntos. ¡Es muy divertido!" - dijo Soledad.

Tobi asintió con la cabeza y se unió a Soledad. Empezaron a apilar bloques de colores, pero de repente, Tobi se emocionó tanto que, sin querer, empujó una torre de bloques con su brazo.

"¡Uy! ¡No se puede tirar las torres! Eso no está bien, Tobi. Si las tiras, otros se pueden lastimar, y además, no sería justo con los demás. Mira, si quieres, podemos hacer una competencia para ver quién hace la torre más alta sin derribarla. ¿Te parece?" - explicó Soledad pacientemente.

"¡Sí! Competencia, competencia!" - gritó Tobi emocionado y comenzaron a apilar los bloques de nuevo.

Mientras construían, otros niños se acercaron a mirar, y empezaron a querer participar también. Soledad, viendo esto, decidió que era el momento perfecto para enseñar a Tobi un poco más.

"Chicos, cuando jugamos todos juntos, debemos tener cuidado de no golpear a nadie y compartir los juguetes. Además, cuando terminemos de jugar con algo, lo guardaremos en su lugar. ¡Es la regla del jardín!" - explicó Soledad.

Los demás niños asintieron, intrigados por la propuesta de Soledad. Tobi, que seguía intentando construir su torre, miró a su alrededor y vio que muchos estaban intentando jugar de la misma manera. Pero, en un momento de distracción, Tobi corrió hacia el rincón de las muñecas, gritando.

"¡Mirá, Soledad! ¡Las muñecas!" - dijo Tobi, emocionado, mientras sus pies saltaban alegremente.

"Tobi, espera un minutito. Recuerda que no se puede correr. A veces es mejor caminar despacito. Vamos juntos, así no hacemos lío, ¿sí?" - dijo Soledad con una voz suave.

Tobi se detuvo un instante, pensativo, y luego replicó:

"Pero eso es muy aburrido, Soledad. A mí me gusta correr."

"Lo sé, pero correr puede ser peligroso. Si quieres, podemos hacer una especie de baile mientras caminamos, así no caminamos como tortugas. ¿Qué te parece?" - sugirió Soledad.

Tobi sonrió, y entonces comenzaron a caminar como si fueran una orquesta de bailarines, moviendo los brazos y haciendo ruido con los pies sin correr. Al poco tiempo, otros niños se unieron, y el aula se llenó de carcajadas y música imaginaria.

"¡Esto es mucho más divertido!" - exclamó Tobi, feliz de estar con sus nuevos amigos.

Con el paso de los días, Tobi se fue adaptando a las reglas del jardín de infantes gracias a la ayuda de Soledad. Ahora jugaba con todos y siempre recordaba lo que se podía y no se podía hacer. Un día, durante el recreo, Tobi notó que había un niño que lloraba.

"¿Qué pasa?" - le preguntó, acercándose.

"No tengo con quién jugar, ¡a todos les gusta la pelota y yo no!" - sollozó el niño.

Tobi recordó lo que Soledad había hecho por él, y le dijo al niño:

"¡Ven! Yo sé jugar con muñecas. Puede que no me guste la pelota, pero tenemos un montón de juguetes. Ven conmigo y veamos si a todos nos gusta otro tipo de juego!" - invitó Tobi.

Y así, Tobi llevó al niño a donde estaban los otros y, juntos, encontraron una nueva forma de jugar, donde todos podían disfrutar, sin importar qué juguetes les gustaban.

Desde ese día, Soledad miró a Tobi con admiración, viendo cómo él había aprendido no solo sobre las reglas del jardín, sino también sobre la amistad y compartir.

"¡Eres un gran líder, Tobi! Estoy muy orgullosa de ti!" - le dijo Soledad cuando el juego terminó.

Así, los días en el jardín de infantes continuaron llenos de risas, juegos y nuevas enseñanzas, gracias a la amistad entre Soledad y Tobi y la comprensión del valor de compartir y cuidar a los demás.

Fin.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!