La Gran Fiesta de los Amigos



En un pequeño pueblo llamado Sonrisas, vivía un niño llamado Leo. Leo era un chico curioso y lleno de energía, pero tenía un pequeño problema: solo conocía a unas pocas personas. A pesar de eso, a Leo le encantaba conversar y reírse, y siempre tenía un sueño en su corazón: hacer muchos amigos.

Un día, mientras exploraba el parque del pueblo, Leo vio un gran cartel que decía: "¡Gran Fiesta de los Amigos! Este sábado, ven a reír y hacer nuevos amigos". Su corazón dio un salto. "¡Es la oportunidad perfecta!", pensó.

"Mamá, ¡voy a ir a la fiesta!" -exclamó Leo emocionado.

"Está bien, Leo, pero acuérdate de ser amable y a presentarte a los demás" -le respondió su mamá sonriendo.

El sábado llegó y el parque estaba decorado con globos de colores y cintas brillantes. Leo entró, sintiendo un cosquilleo en el estómago. Se acercó a un grupo de niños que estaban riendo.

"¡Hola! Soy Leo. ¿De qué se ríen?" -preguntó con una sonrisa.

"Hola, Leo. ¡Estamos contando chistes!" -dijo una niña con coletas.

Leo se unió rápidamente.

"¿Quieren escuchar uno?" -ofreció entusiasmado. Todos asintieron.

"¿Por qué el libro de matemáticas se deprimió? Porque tenía demasiados problemas!" -dijo Leo con una gran risa. Todos rieron también.

"¡Buenísimo!" -exclamó un niño rubio, "Soy Tato. ¡Eres muy divertido!"

"Gracias, Tato. ¿Podemos hacer un círculo de chistes?" -preguntó Leo.

"Claro, ¡tú comienzas!" -dijo su nueva amiga, Lila.

Así, se fueron turnando, contando chistes y haciendo reír a todos. Leo se sentía cada vez más cómodo y feliz. Pero pronto, todos se animaron a jugar en un enorme castillo inflable que había en el parque.

"¡Vamos, Leo! ¡A brincar!" -gritó Lila.

"¡Sí, voy!" -respondió Leo, sintiéndose emocionado.

Saltaron y gritaron juntos, disfrutando del momento. Pero de repente, Leo se resbaló y cayó por la parte trasera del inflable, aterrizando en un pequeño rincón del parque, donde encontró a una niña que no se estaba divirtiendo.

"Hola, soy Leo. ¿Por qué no estás jugando?" -la saludó.

"Soy Sofía. No conozco a nadie aquí" -susurró tristemente.

"No te preocupes, ¡yo puedo ayudarte a hacer amigos!" -dijo Leo con entusiasmo.

Leo tomó la mano de Sofía y la llevó de vuelta al castillo inflable. Juntos, comenzaron a contar chistes y a brincar. Pronto, otros niños se acercaron, atraídos por las risas.

"¡Miren! Están haciendo reír a Sofía!" -dijo Tato.

"¡Vamos a unirnos!" -agregó Lila.

En poco tiempo, Sofía ya tenía un grupo de amigos, y juntos compartieron risas y juegos. Leo se sintió increíblemente feliz en ese momento. Aprendió que a veces se necesita un poco de valentía para abrirse y hacer nuevos amigos.

La fiesta continuó llena de alegría hasta que el sol comenzaba a ponerse. Leo miró a su alrededor y vio a todos sus nuevos amigos riendo juntos, y en su corazón supo que ese día había logrado lo que más deseaba: hacer amigos.

"Gracias, Leo, por ayudarme a conocer gente nueva!" -dijo Sofía, sonriendo.

"¡No hay de qué! Un amigo siempre está dispuesto a ayudar" -respondió Leo, feliz de haber compartido su alegría con los demás.

Desde ese día, Leo se volvió un experto en hacer amigos, y cada jornada era una nueva oportunidad para reír y conversar, recordando siempre que el corazón de un buen amigo se construye a través de las risas y la amistad.

Y así, el pueblo de Sonrisas se llenó de alegría, donde el recordatorio de Leo resonaba: ser amable y atreverse a actuar, puede cambiar todo en un instante.

FIN.

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