La Huerta Mágica de la Escuela



Érase una vez en un pequeño pueblo llamado Valle Verde, donde una escuela estaba situada justo al lado de un hermoso parque. La escuela se llamaba "Escuela Primaria Arcoíris" y todos los días los niños se reunían para aprender juntos.

En esos días, un grupo de estudiantes decidió que su patio de recreo necesitaba un cambio. "¡Vamos a crear una huerta!"- exclamó Clara, la más entusiasta del grupo. "¿Una huerta?"- preguntó Lucas, un poco confundido.

"Sí, una huerta donde podamos plantar frutas y verduras. ¡Sería divertido!"- respondió Clara con una gran sonrisa. "Pero, ¿no precisamos tierra?"- comentó Sofía, arrugando la nariz. "Podemos pedirle ayuda a don Pablo, el jardinero del parque.

Él sabe mucho de plantas"- sugirió Lucas. Así que, con un gran ánimo, los amigos se dirigieron al parque a buscar a don Pablo. Al llegar, lo encontraron cuidando de un hermoso rosal. "¡Hola, don Pablo!"- saludaron todos juntos. "Hola, chicos.

¿Qué los trae por aquí?"- preguntó don Pablo. "Queremos hacer una huerta en la escuela. Necesitamos su ayuda"- explicó Clara. "¡Eso suena genial!"- dijo don Pablo con los ojos brillantes. "Pero, ¿nos ayudará?"- inquirió Sofía, un poco insegura.

"Por supuesto. ¡Voy a darles una mano!"- respondió don Pablo, sonriendo. Así, comenzaron un emocionante proyecto. Don Pablo les enseñó sobre las distintas plantas, las frutas y verduras que podían cultivar, y lo más importante: cómo cuidar de ellas.

Los chicos se entusiasmaron con cada lección. Todo parecía ir bien hasta que un día, una fuerte tormenta llegó al pueblo. "Oh no, nuestra huerta..."- dijo Lucas, mientras miraba por la ventana del aula. "No se preocupen, chicos.

Las plantas son fuertes y resistirán"- les animó don Pablo. El día siguiente, al salir al patio, los niños comprobaron que algunas plantas habían sobrevivido, pero otras estaban un poco dañadas. "¡No podemos rendirnos!"- dijo Clara decidida.

"¡Debemos cuidarlas más que nunca!"- añadió Sofía. Así que, con nuevas energías, todos trabajaron arduamente para volver a poner en forma la huerta.

Aprendieron a crear un sistema de riego, a proteger las plantas de lo que pudieran, y a ser pacientes mientras las semillas germinaban. Pasó el tiempo y, tras mucho esfuerzo, la huerta floreció. "¡Miren! ¡Nuestras primeras zanahorias!"- gritó Lucas un día, llenando sus manos con las hortalizas recién cosechadas. "También tenemos tomates y lechugas"- anotó Clara.

"Esto es increíble, tenemos que hacer una fiesta para celebrar"- propuso Sofía. Y así lo hicieron. Invitaron a toda la escuela y organizaron una gran jornada donde compartieron los frutos de su trabajo.

"¡Gracias, don Pablo! Sin su ayuda, esto no hubiese sido posible"- agradeció Clara. "Ustedes hicieron el trabajo duro, yo solo los guié"- sonrió don Pablo.

Aquella fiesta no fue solo para celebrar la huerta, sino también por lo que habían aprendido: la importancia de trabajar en equipo, de cuidar el medio ambiente y de no rendirse ante las adversidades.

Al final del día, cuando todos se iban, Clara miró a sus amigos y dijo: "No sé ustedes, pero estoy lista para otra aventura"- y todos rieron, sabiendo que más proyectos les esperaban en el futuro.

FIN.

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