La Joya Escondida de Lucas



Era un día soleado en la pequeña ciudad de Villa Sonrisa. Todos los niños de la escuela estaban emocionados porque se acercaba la semana de la "Feria de los Talentos". Cada uno debía preparar algo especial para mostrar a sus compañeros.

Lucas era un niño tímido. Tenía un gran talento: hacía esculturas de papel con una precisión increíble. Pero tenía miedo de mostrar su arte al resto de la clase, así que decidió no participar.

"No quiero que se rían de mí", pensaba Lucas, mientras observaba a sus compañeros entusiasmados, discutiendo sus proyectos.

Un día, mientras Lucas estaba en el patio, su amiga Carla se acercó.

"¡Hola, Lucas! ¿Qué estás haciendo?"

"Solo mirando a los demás..."

"¿Vas a participar en la feria?"

"No, no creo que a nadie le importe lo que hago".

Carla frunció el ceño.

"Pero tu arte es increíble. ¡Deberías mostrarlo!"

"No, creo que no soy tan bueno. Mejor dejo que los demás se muestren".

Carla suspiró y se fue, dejando a Lucas sumido en sus pensamientos.

El día de la Feria de los Talentos llegó y todos los niños estaban emocionados. En el salón, se exhibían dibujos, danzas, y música; un espacio lleno de risas y aplausos. Lucas observaba, sintiéndose cada vez más pequeño.

De repente, vio que los demás chicos estaban disfrutando de la actuación de Pedro, quien hacía impresionantes trucos de magia.

"¡Espectacular, Pedro!" gritaron sus compañeros.

Entonces, Pedro comenzó a hablar sobre la importancia de tener confianza y compartir lo que uno ama.

"Cuando compartimos nuestras pasiones, podemos inspirar a otros. Así que, no se queden con sus talentos guardados. ¡Muéstrenlos!"

Las palabras de Pedro le resonaron a Lucas. ¿Y si él también pudiera inspirar a alguien? Sin embargo, la timidez le detenía.

Más tarde, Carla se acercó nuevamente a Lucas.

"¿Vas a dejar que tu talento se quede escondido?"

"No sé, Carla. A veces creo que no soy lo suficientemente bueno".

"Pero yo creo en vos, Lucas. Tu arte es como una joya escondida, solo necesita salir a la luz".

Con esas palabras, Lucas sintió un pequeño cambio en su interior. La idea de ser el dueño de una joya lo emocionó. Después de pensarlo mucho, decidió que al menos iba a intentarlo.

Corrió a su casa, preparó una escultura de papel en forma de ave, y sintió que el nerviosismo crecía en su estómago. Aunque tenía miedo, decidió que tenía que mostrarse.

El momento de la verdad llegó. Subió al escenario y, con el corazón latiendo como un tambor, comenzó a hablar.

"Hola a todos, soy Lucas y quiero compartir con ustedes algo que me gusta hacer..."

Mientras hablaba, notó que muchos de sus compañeros estaban prestando atención. Sacó su escultura y la mostró.

"Esta es una ave de papel. A veces, creo que nosotros somos como aves, tenemos la posibilidad de volar alto, pero necesitamos aprender a ser valientes para dejarlo salir".

Los aplausos empezaron a sonar, y Lucas sintió una ola de alegría.

"¡Bravo, Lucas!" gritó Carla, mientras los demás aplaudían. Lucas sonrió, sintiéndose en ese momento el niño más feliz del mundo.

Al finalizar el día, Lucas había aprendido que compartir su arte no solo lo liberó a él, sino que también inspiró a otros a ser valientes. Después de eso, se convirtió en un gran amigo de Carla y les contó a sus compañeros acerca de otras esculturas que quería hacer. Todos estaban ansiosos por ver más.

Y así, Lucas descubrió que ser uno mismo y compartir lo que amas puede traer alegría no solo para uno, sino para todos los que te rodean. Desde ese día, nunca volvió a tener miedo de mostrar su talento, y Villa Sonrisa se llenó de color y arte gracias a su valentía.

FIN.

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