La Laguna de los Susurros



Era una tarde de otoño en el Bosque de los Animales, un lugar mágico donde todos los animales vivían en armonía. Micaela, una curiosa ardillita, siempre disfrutaba explorando la naturaleza, pero esa tarde sentía un cosquilleo en su pancita. Había escuchado rumores sobre una misteriosa criatura que merodeaba cerca de la Laguna de los Susurros, un lugar que todos los animales evitaban al caer la noche.

Micaela sintió una mezcla de miedo y valentía. "Debo averiguar qué hay de cierto en estos cuentos", se dijo. Mientras caminaba, se encontró con su amigo el búho, Don Gregorio.

"Hola, Micaela, ¿a dónde te dirigís tan decidida?" - preguntó Don Gregorio, con su voz profunda y sabia.

"Voy a descubrir el misterio de la Laguna de los Susurros. Dicen que hay un monstruo allí", respondió Micaela, inflando su pecho de valentía.

Don Gregorio entrecerró los ojos, preocupado.

"Hay cosas que no debemos tocar, Micaela. Los susurros pueden ser un llamado o una advertencia. Ten cuidado."

Pero Micaela estaba decidida. Al llegar a la Laguna, el silencio era ensordecedor. La superficie del agua parecía un espejo que reflejaba no solo el cielo, sino también sus propios miedos.

Mientras se acercaba, escuchó un suave murmullo.

"Ayuda... ayúdame..."

Micaela se detuvo, su corazón latía con fuerza.

"¿Quién está ahí?" - gritó, sintiendo que el valor comenzaba a desvanecerse.

De repente, un destello de luz emergió del agua, y un pequeño pez de escamas brillantes saltó al aire.

"¡Soy yo, el Pez Susurro! Necesito tu ayuda, Micaela."

Micaela se sorprendió.

"¿Pero no eres un monstruo?" - preguntó, con los ojos muy abiertos.

"No soy un monstruo. Solo he estado atrapado en esta laguna por un hechizo. Necesito que me ayudes a encontrar mi tesoro perdido, que está en el corazón del Bosque de los Animales. Solo así podré volver a ser libre" - explicó el Pez Susurro.

Micaela, intrigada y algo aliviada, decidió ayudarlo.

"Está bien, te ayudaré. Pero ¿cómo lo hacemos?" - preguntó la ardillita.

"Debemos buscar a la Rata Inventora, ella sabrá qué hacer. Pero debemos apurarnos, antes de que caiga la noche" - respondió el pez, sus ojos llenos de esperanza.

Micaela y el Pez Susurro se adentraron en el bosque, donde se encontraron con la astuta Rata Inventora, que estaba trabajando en un gigantesco globo aerostático.

"¡Hola, Micaela! ¿Y quién es tu amigo?" - preguntó la Rata, curiosa.

"Es el Pez Susurro, y necesita regresar a su hogar. Ayúdanos, por favor" - solicitó Micaela.

La Rata, que siempre estaba dispuesta a ayudar, comenzó a pensar.

"Si conseguimos un mapa de la Laguna, podré inventar la forma de volar sobre ella para buscar el tesoro. Pero el mapa está guardado por el viejo zorro sabio, que vive en la parte más profunda del bosque."

Sin perder tiempo, los tres se lanzaron en busca del zorro. Al llegar, el zorro los miró con curiosidad.

"¿Qué desean, pequeños?" - preguntó.

"Necesitamos el mapa de la Laguna para ayudar a nuestro amigo el Pez Susurro" - respondió Micaela, temblando un poco.

El zorro sonrió y dijo:

"Claro, pero deberán pasar una prueba de valentía primero. Deben cruzar el puente del miedo, que les llevará a la otra side de la colina. Solo así les daré el mapa".

Micaela sintió un escalofrío, pero en su interior sabía que debía ser valiente.

"¡Lo haré!" - exclamó, mientras la Rata y el Pez Susurro la seguían.

Cuando llegaron al puente, una brisa helada pasó por encima de ellos.

"No tengo miedo, no tengo miedo" - murmuraba Micaela, mientras cruzaban. En la mitad del puente, una sombra se alzó frente a ellos, pero Micaela recordó las palabras de Don Gregorio:

"A veces, lo que vemos con miedo no es más que una ilusión".

Con un salto, Micaela pasó por la sombra, y al llegar al otro lado, se dio cuenta de que no era más que una telaraña.

"¡Lo logramos!" - gritaron emocionados.

Al llegar de regreso, el zorro les entregó el mapa.

"Este es el camino. Ahora, sigan adelante y regresen en paz" - dijo sabiamente.

Micaela, el Pez Susurro y la Rata Inventora siguieron las instrucciones del mapa y, tras muchas aventuras, encontraron el tesoro escondido: un hermoso cristal que brillaba con todos los colores del mundo.

La luz del cristal liberó al Pez Susurro, que volvió a ser un pez normal, y agradecido, prometió siempre cuidar el bosque.

"Gracias, Micaela. Aprendí que el valor puede vencer cualquier temor" - dijo el pez, mientras nadaba alegremente.

Micaela regresó a casa, orgullosa de su valentía y de haber ayudado a un amigo. Esa noche, cuando el viento soplaba, los susurros en la laguna ya no eran de miedo, sino de amistad y aventura.

Desde entonces, el Bosque de los Animales nunca dejó de brillar, y Micaela siempre recordaría que los verdaderos monstruos son el miedo y la ignorancia, pero con valentía y amistad, se pueden vencer.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!