La Lora Parlante y su Gran Aventura



En la campiña de Huacho, donde el sol siempre brilla y las flores llenan de colores el paisaje, vivía una lora muy especial. Todos la conocían como la Lora Parlante. Sus plumas eran de un verde brillante, y su pico amarillo siempre se abría en una sonrisa burlona. No era una lora común; le encantaba hacer reír a los transeúntes con sus bromas y ocurrencias.

Una mañana, mientras un grupo de niños jugaba a la pelota cerca de un arbusto, la Lora Parlante decidió que era un buen día para hacer un poco de ruido.

"¡Hola, chicos! ¡Qué mal juegan! ¡La pelota es más descoordinada que un pato en patines!" – gritó, mientras volaba de rama en rama.

Los niños, sorprendidos y risueños, comenzaron a reírse. Pero no todos los vecinos se divertían. La señora Rosa, dueña de una floristería, se quejaba constantemente.

"¡Esa lora me está volviendo loca! ¡No hay quién compre flores con tanto escándalo!" – protestaba, mientras intentaba arreglar un ramo.

Un día, la Lora Parlante, emocionada por sus bromas, planeó una gran broma: reunir a todos los animales del campo y hacer una competencia de ruidos para ver quién hacía el mejor sonido. Convocó a las ranas, a los gatos y hasta a un burro que vivía cerca, pero nadie quería participar, temerosos de las bromas de la Lora.

La Lora Parlante se sintió triste. Por primera vez, no podía hacer reír a sus amigos. Y mientras pensaba en cómo cambiar las cosas, se dio cuenta de que había sido un poco egoísta. En su afán de hacer bromas, había olvidado preguntar qué les gustaba a los demás.

Un día, decidió hablar con la señora Rosa para disculparse. Voló hasta su tienda y, con un soplo de valentía, le dijo:

"¡Hola, señora Rosa! Soy yo, la Lora Parlante. Quería disculparme por hacer tanto ruido. No quería molestarla."

La señora la miró con sorpresa y, al ver la sinceridad en sus ojos, le respondió:

"Oh, lora querida. A veces me haces reír, pero otras, me sacas de quicio. ¿Por qué no buscas la manera de divertirnos a todos juntos?"

La Lora Parlante pensó en esto y decidió hacer algo especial. Junto con la señora Rosa, organizó un festival en la plaza del pueblo. Invitaron a todos los vecinos y les propusieron que cada uno mostrara su talento, ya fuera contar chistes, hacer música, o incluso traer sus mascotas.

El día del festival, la plaza estaba repleta de risas y alegría. La señora Rosa trajo hermosos ramos de flores, y los niños mostraron sus habilidades jugando y contando chistes. La Lora Parlante, feliz, se posó en un árbol y dijo:

"¡Bienvenidos a la primera Fiesta de la Risa! ¡Hoy somos todos protagonistas!"

La gente empezó a compartir sus historias, sus risas, y por primera vez, la Lora se sintió parte de algo más grande.

Y mientras el sol se escondía en el horizonte, los vecinos aplaudían y reían, y la señora Rosa la abrazó:

"Gracias, Lora Parlante. Has hecho que este lugar sea aún más divertido. Pero recuerda, a veces hay que escuchar antes de hablar."

Con una sonrisa, la Lora prometió ser más considerada. Desde entonces, sus bromas se volvieron más alegres y siempre pensaba en ser parte de la diversión de todos. Aprendió que el verdadero sentido del humor es compartir la alegría y la risa en compañía de amigos.

Así que la Lora Parlante se convirtió en la estrella de Huacho, pero también en su mejor amiga. Y entre risas y cuentos, todos aprendieron que en la diversidad está la risa, y en la amistad, la verdadera comedia de la vida.

FIN.

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