La Luna en el Bosque Oscuro



En un bosquecito oscuro, donde los árboles eran tan altos que parecían tocar las estrellas, vivía una mujer llamada Lucía. Era una mujer valiente y decidida, que siempre exploraba el bosque incluso por la noche. Sin embargo, a pesar de su valentía, había algo que la llenaba de miedo: las tinieblas del bosque profundo.

Una noche, después de un largo día recolectando frutas y flores, Lucía decidió aventurarse a explorar más allá del claro que conocía bien. Con su palo de madera, que usaba para abrirse camino entre los arbustos, se adentró en la oscuridad.

Mientras caminaba, escuchó un suave murmullo.

"¿Quién está ahí?" - dijo, intentando sonar más valiente de lo que se sentía.

Un hombre negro, de gran estatura, emergió de las sombras. Su piel brillaba bajo la suave luz de la luna.

"Hola, soy Joaquín, el guardián del bosque. No debes tener miedo, estoy aquí para protegerte" - respondió, con una voz profunda y cálida.

"Hola Joaquín, soy Lucía. No buscaba problemas, sólo quería conocer más de este lugar tan misterioso" - dijo ella, sintiendo un poco de alivio.

Joaquín sonrió.

"El bosque tiene sus secretos. Pero aquí, en la oscuridad, también hay belleza. ¿Te gustaría ver?"

"Sí, por favor" - se animó Lucía.

Con cada paso, Joaquín le enseñó sobre las plantas que brillaban como estrellas, sobre los animales que salían de sus escondites cuando la luna estaba llena. Ellos pasaron por un arroyo que chispeaba con la luz lunar. El sudor en sus frentes fue aliviado por la brisa fresca que venía del agua.

"A veces, el miedo lo sentimos porque no conocemos lo que está a nuestro alrededor. - comentó Joaquín. - Pero si lo exploramos, podemos encontrar maravillas".

Lucía escuchó atentamente, dándose cuenta de que su propio miedo había sido sólo una ilusión.

Sin embargo, mientras caminaban, de repente, un ruido fuerte resonó entre los árboles. Lucía se asustó y se agachó detrás de un arbusto.

"¡Es sangre de mi corazón!" - exclamó Joaquín, mientras miraba a su alrededor.

"¿Qué fue eso?" - preguntó Lucía, temblando.

"No te preocupes, probablemente fue solo un ciervo o algún otro animal que se asustó. El bosque está lleno de vida, pero también tiene sus ruidos" - explicó Joaquín, intentando calmarla.

Después de un rato, Lucía se sintió más cómoda, y juntos se internaron aún más en el bosque. Fue entonces cuando llegaron a un claro hermoso donde la luna brillaba intensamente, iluminando todo con su luz plateada.

"Mira, Lucía, aquí las estrellas parecen caer del cielo" - sonrío Joaquín, señalando las luces brillantes en el cielo.

"Es hermoso, nunca había visto algo así" - respondió Lucía, maravillada.

"Cada noche es una nueva oportunidad de encontrar belleza, incluso en las tinieblas" - le enseñó Joaquín.

Finalmente, cuando regresaron al claro habitual, Lucía se despidió de Joaquín con gratitud.

"Gracias por mostrarme el verdadero bosque. He aprendido que hay que enfrentar nuestros miedos para descubrir lo bonito que hay" - dijo ella.

"Siempre estaré aquí si decides volver. Nunca olvides que la luz puede encontrarse incluso en la más profunda oscuridad" - respondió Joaquín, despidiéndose con una sonrisa.

Así, Lucía volvió a casa, con el corazón lleno de nuevas enseñanzas y una valentía renovada. Desde entonces, nunca permitió que el miedo a lo desconocido la detuviera de explorar a su alrededor. Cada vez que miraba la luna en el cielo, sonreía, sabiendo que siempre se podía encontrar la luz en medio de la oscuridad.

FIN.

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