La Luna y el Niño



Una noche serena y estrellada, un niño llamado Lucas salió al patio de su casa a jugar con su cometa. Mientras el viento soplaba suavemente, levantó la mirada al cielo y se dio cuenta de que la luna no estaba allí. Un poco triste, decidió llamarla.

"¡Hola, luna!" gritó Lucas. "¿Por qué no salís todas las noches?"

Para su sorpresa, una suave luz brilló entre las nubes y la voz melodiosa de la luna se escuchó claramente.

"¡Hola, Lucas! Soy yo, la luna. Estaba escuchando tu pregunta.

Lucas, con grandes ojos llenos de curiosidad, respondió:

"¿Por qué no estás en el cielo todas las noches? Te extraño cuando no estás."

La luna suspiró suavemente.

"Entiendo, pequeño amigo. Hay algo que debo explicarte. No soy la misma en cada noche. A veces tengo que descansar. Otras, tengo que cambiar de forma, crecer y decrecer. Es parte de mi ciclo, y aunque no me veas, sigo aquí, mirando por todos ustedes."

Lucas, intrigado, preguntó:

"¿Ciclo? ¿Qué es eso?"

"El ciclo de la luna es como un juego de transformación. A veces soy una luna llena, brillante y redonda, a veces soy una media luna, y otras, apenas un cuarto. Cada forma tiene su propósito."

"¿Propósito?"

La luna sonrió.

"Sí, Lucas. Cuando estoy llena, mis rayos iluminan la vida nocturna, los animales y las personas están más activas. Pero cuando me voy ocultando, es un tiempo para que todos descansen y se preparen para un nuevo comienzo. La noche también necesita su oscuridad."

Lucas se quedó pensativo, pero había algo que no entendía.

"Pero, entonces, ¿qué pasa si alguien está triste porque no estás?"

La luna lo miró con ternura.

"Es normal sentirse triste a veces, Lucas. Pero sabe que siempre hay algo hermoso en la oscuridad. Las estrellas brillan más cuando la luna no está. Y durante esos momentos, uno puede descubrir cosas nuevas, como mirar las constelaciones o cómo los animales viven en la noche sin mi luz."

Lucas sonrió, sintiendo cómo la tristeza se transformaba en emoción.

"¡Eso es increíble! ¿Entonces, cada vez que no te veo, tengo que mirar las estrellas?"

"Así es, pequeño. Además, siempre puedes recordar que un ciclo siempre vuelve. Me verás nuevamente en el cielo."

Agradecido, Lucas decidió que cada vez que la luna no estuviera, usaría ese tiempo para descubrir algo nuevo en su entorno.

"Gracias, luna. Prometo que miraré las estrellas. Ahora sé que cada noche tiene su encanto, ¡incluso sin vos!"

La luna brilló más intensamente esa noche, orgullosa de haber compartido su sabiduría.

"Recuerda, querido amigo, la vida tiene sus ciclos. Con cada cambio, hay nuevas oportunidades que descubrir. Nunca dejes de mirar hacia arriba."

Y así, cada vez que Lucas veía la luna desaparecer, buscaba las estrellas en su lugar, comprendiendo que la belleza se encontraba en cada rincón del cielo y que siempre había más por descubrir.

La luna, aunque no estaba siempre presente, siempre continuaría cuidando de él desde lo alto, recordándole que todo en la vida tiene su propósito y su tiempo.

Desde esa noche, Lucas no solo miró hacia arriba, sino que aprendió a apreciar el mundo que lo rodeaba, buscando siempre lo maravilloso en cada oscuridad.

Y así, la historia del niño y la luna se convirtió en una hermosa leyenda del pueblo, recordando a todos que a veces, lo que no vemos puede ser tan valioso como lo que se encuentra frente a nuestros ojos.

Fin.

FIN.

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