La Maldición del Bosque Encantado



Érase una vez, en un pequeño pueblo rodeado por un denso bosque, se contaba la leyenda de una maldición lanzada por un viejo brujo que vivía en lo profundo de la arboleda. Se decía que cualquier persona que entrara al bosque nunca regresaría. Los aldeanos, aterrorizados, evitaban acercarse a ese lugar.

Un día, un aventurero llamado Tomás decidió que era hora de enfrentarse a sus miedos. Él no creía en maldiciones. Así que, armado con valor y una linterna, se adentró en el bosque.

"No hay maldición que me detenga", se repetía a sí mismo mientras las ramas crujían a su alrededor.

Mientras tanto, Jesús, un villano que disfrutaba asustar a los demás, estaba al tanto del plan de Tomás.

"Este es el momento ideal para hacer una de mis travesuras", pensó Jesús sonriendo con malicia. Así que ideó un plan para asustar a Tomás y asegurarse de que nunca saliera del bosque.

Tomás caminaba con firmeza, pero de repente, sintió un frío intenso y oyó una risa siniestra.

"¡Hola, valiente intruso!", exclamó Jesús, apareciendo de entre los árboles.

Tomás retrocedió un paso, pero luego se armó de coraje.

"¿Quién sos, y por qué te gusta asustar a la gente?", preguntó con firmeza.

"Soy el maestro del miedo, y esta es mi casa. ¡Nadie escapa de mí!", dijo Jesús, dando un paso hacia adelante.

Tomás, aunque asustado, decidió que no podría dejar que Jesús lo detuviera. Con una voz serena dijo:

"El verdadero valor no se mide por la ausencia de miedo, sino por la capacidad de seguir adelante a pesar de él. Si sos tan fuerte, ¿por qué te escondés en las sombras?"

Las palabras de Tomás sorprendieron a Jesús. Nadie le había hablado así antes.

"No entiendo... ¿por qué no te asustas de mí?", preguntó Jesús, mostrando un leve titubeo.

"Porque todos merecen una segunda oportunidad. Tal vez, si dejas de asustar a la gente, podrías usar tu talento para hacerlos reír", sugirió Tomás amablemente.

"¿Reír?", murmuró Jesús, confundido.

El aventurero extendió su mano hacia Jesús.

"Vamos, intentémoslo. Si no te gusta, siempre podés volver a asustar".

Con una mezcla de curiosidad y miedo, Jesús tomó la mano de Tomás. Juntos, comenzaron a caminar por el bosque. Al ver la naturaleza a su alrededor, algo en el corazón de Jesús empezó a cambiar.

De pronto, un pequeño grupo de animales apareció.

"¡Ayuda!", gritó un conejo. "¡Me perdí en el bosque!"

Sin pensarlo dos veces, Tomás se agachó y dijo:

"No te preocupes, te ayudaré a encontrar el camino a casa".

Jesús observó a Tomás con admiración.

"¿Cómo podés ser tan valiente y amable a la vez?", preguntó.

"Porque ayudar a otros es el mejor tipo de magia", respondió Tomás, mientras guiaba al conejo hacia su casa.

Los animales agradecieron a Tomás, y Jesús comenzó a sentir una calidez en su pecho.

"Quizás asustar a otros no me hace feliz", reflexionó en voz alta.

Tomás asintió.

"Podrías ser un héroe también, si decides ayudar en lugar de asustar".

Las palabras del aventurero resonaron en Jesús. Por primera vez, se sentía libre de la sombra que lo había seguido por tanto tiempo.

Con el tiempo, Jesús comenzó a hacer reír a los animales del bosque con sus travesuras divertidas en lugar de aterrorizarlos. Y juntos, Tomás y Jesús crearon un camino lleno de risas en el bosque encantado.

Cuando regresaron al pueblo, todos se sorprendieron de ver a Tomás con el villano, pero pronto se dieron cuenta de que Jesús ya no era un villano, sino un amigo del pueblo.

Así fue como la maldición del bosque se rompió, no por fuerza, sino por la magia de la amistad y la bondad. Y todos vivieron felices, sabiendo que el verdadero valor reside en la capacidad de transformar el miedo en alegría.

Y, desde ese día, nadie tuvo miedo de entrar al bosque, porque ambos héroes le enseñaron que la verdadera valentía se encuentra en la bondad y la compasión.

FIN.

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