La Mosca y el Misterioso Espejo



En un rincón soleado de una cocina, vivía una pequeña mosca llamada Filomena. Filomena era curiosa y aventurera, y siempre estaba dispuesta a explorar el mundo que la rodeaba. Un día, mientras volaba alrededor de un frutero lleno de deliciosas frutas, vio algo brillante en la pared: ¡un espejo!

- ¡Qué hermoso objeto! - pensó Filomena. - Quiero ver mi reflejo.

Pero había un problema: el espejo estaba muy alto y Filomena no podía alcanzarlo. Así que se dispuso a pedir ayuda a sus amigos.

Primero, fue a ver a Lucho, el gato.

- ¡Lucho! - exclamó Filomena. - ¿Podrías ayudarme a ver mi reflejo en el espejo?

Lucho, estirándose perezosamente, la miró y dijo:

- ¿Un espejo? ¿Para qué querés ver eso? Solo sos una mosca, no hay nada especial en vos.

Filomena se sintió un poco triste, pero decidió que eso no la detendría. Así que continuó buscando ayuda. Voló hasta donde estaba Rita, la mariposa.

- ¡Rita! - dijo Filomena. - ¡Ayúdame! Quiero ver mi reflejo en el espejo.

- Claro, Filomena. Pero, ¿por qué quieres verte? - preguntó Rita, sonriendo.

- Porque a veces no me siento importante. Quiero saber cómo soy, ¡y tal vez ver algo especial en mí! - respondió Filomena con un susurro.

Rita, con comprensión, le respondió:

- Todos somos especiales a nuestra manera. Vamos, intentemos juntas.

Ambas decidieron unirse para encontrar una solución. Juntaron fuerzas y comenzaron a volar alrededor de la cocina en busca de algo que las ayudara a llegar al espejo. En su camino, se encontraron con Toto, el hámster.

- ¿Qué están haciendo? - preguntó Toto, intrigado.

- Filomena quiere ver su reflejo en el espejo, pero no puede alcanzarlo - explicó Rita.

- ¡Yo tengo una idea! - exclamó Toto. - ¿Y si apilamos algunos objetos para que Filomena pueda subirse y mirar en el espejo?

Filomena iluminó su rostro:

- ¡Esa es una gran idea! Pero, ¿qué podemos usar?

Los tres amigos empezaron a buscar objetos. Usaron una caja de cartón, un plato y hasta una pequeña pelota. Después de un rato, lograron hacer una torre bastante alta.

- ¡Listo! - dijo Toto. - Ahora, subite y mirá en el espejo.

Filomena se subió con cuidado. Con el corazón latiendo rápido, se acercó al espejo y pudo verse. Pero lo que vio no era solo una mosca. Al observarla detenidamente, notó las bellísimas antenitas, sus alas transparentes brillando bajo la luz del sol y, sobre todo, su sonrisa.

- ¡Guau! - exclamó Filomena con una mezcla de sorpresa y felicidad. - ¡Soy especial!

En ese momento, Lucho, que había estado observando desde la distancia, se acercó y dijo:

- Está bien, Filomena, vos tenés razón. No importa cuán pequeña seas, todos somos únicos y tenemos algo hermoso para ofrecer. Estoy perdonado por no haber creído en vos.

Filomena sonrió aún más, sus amigos estaban allí con ella. Se dio cuenta de que no se trataba solo de ver su reflejo, sino de aceptar y valorar quién era realmente.

- Gracias a todos - dijo Filomena. - Hoy aprendí que cada uno de nosotros tiene un brillo especial que no siempre podemos ver, pero que merece ser celebrado.

Desde ese día, Filomena no solo miraba su reflejo, sino que también se dedicó a ayudar a otros a reconocer lo especiales que eran. Había encontrado algo más valioso que su reflejo. Había encontrado su confianza y el amor de sus amigos.

Y así, la mosca que quería verse en el espejo se convirtió en un símbolo de autoestima y amistad, no solo para ella, sino para todos los habitantes de la cocina.

Y siempre que alguien sentía que no era lo suficientemente bueno, Filomena se acercaba y les decía:

- ¡Nunca subestimes tu brillo! Todos somos especiales a nuestra manera.

FIN.

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