La Noche de la Estrella Fugaz



Era una hermosa noche en el pequeño pueblo de Valle Tranquilo. Las estrellas brillaban intensamente en el cielo, y el aire estaba lleno de la expectativa de algo mágico. Entre risas y charlas, los niños del pueblo se habían reunido en la Plaza de la Amistad para ver cómo, de vez en cuando, alguna estrella fugaz iluminaba la oscuridad.

- ¡Miren, ahí viene una! - gritó Sofía, señalando el cielo con entusiasmo.

- ¡La vi! ¡La vi! - exclamó Miguel, saltando de alegría.

- ¿Qué desean? - preguntó Clara, con una sonrisa en su rostro. A ella siempre le había gustado pensar que las estrellas fugaces cumplían deseos.

- Yo quiero un perro - dijo Miguel.

- Yo quiero ser astronauta - agregó Sofía.

- Y yo... quiero un mundo donde siempre haya alegría - musitó Clara, mirando al cielo.

Por unos momentos, todos se quedaron en silencio, disfrutando de la belleza del cielo estrellado. Pero de repente, algo inusual sucedió. Una estrella fugaz de gran tamaño comenzó a caer en espiral, iluminando toda la plaza con un brillo dorado.

- ¡Eso es increíble! - exclamó Sofía, mientras todos miraban con asombro.

La estrella se detuvo a pocos metros de ellos, y una luz cálida emanaba de su centro. Al acercarse, los niños pudieron ver que la estrella tenía forma de una pequeña criatura, un minuto ser con alas brillantes.

- ¡Hola, pequeños soñadores! Soy Estrellín, el guardián de los deseos - dijo el ser con una voz suave.

Los niños quedaron boquiabiertos.

- ¡Wow! ¡Eres real! - dijo Miguel.

- Sí, y estoy aquí porque he escuchado sus deseos. Pero recuerden, cada deseo tiene su propio valor y responsabilidad - les advirtió Estrellín.

- ¿Qué significa eso? - preguntó Sofía, confundida.

- Significa que si desean algo, deberán trabajar juntos para lograrlo y cuidarlo. ¿Están listos para eso? - explicó Estrellín, moviendo sus alas. Agregó: - Si desean tener al perro, deberán cuidarlo y darle amor. Si desean ser astronautas, tendrán que estudiar y prepararse. Y si quieren un mundo feliz, deberán ser amables y ayudar a los demás.

Los jóvenes pensadores se miraron entre sí. Comenzaron a entender que la magia de los deseos no solo dependía de pedir, sino de cómo podían hacer su parte.

- ¡Queremos trabajar juntos! - dijo Clara con determinación.

- ¡Sí! - gritaron los demás al unísono.

Estrellín sonrió, y con un movimiento de su mano, las estrellas del cielo comenzaron a brillar aún más intensamente.

- Recuerden, pequeños soñadores: la verdadera magia está en el esfuerzo y la dedicación. ¡Nunca dejen de soñar y trabajar en sus sueños! - dijo Estrellín antes de desvanecerse en una brillante luz que iluminó toda la plaza.

Desde aquella noche, los niños de Valle Tranquilo empezaron a colaborar en sus sueños. Miguel organizó un club de mascotas donde cada uno traía fotos de sus animales favoritos y aprendían sobre su cuidado. Sofía comenzó a leer libros sobre el espacio, mientras que Clara organizaba actividades para ayudar a sus vecinos, fomentando la alegría en la comunidad.

Con el tiempo, Miguel tuvo su perro, Sofía aprendió a crear un modelo de cohete, y Clara vio cómo su mundo se llenaba de sonrisas. La estrella fugaz les había enseñado que los deseos se cumplen con amor y trabajo en equipo.

Y cada vez que veían una estrella fugaz, sonreían recordando la noche mágica en la plaza y la lección que Estrellín les había dejado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!