La Paz de Lucas



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Sonrisa, un niño llamado Lucas. Lucas era conocido por su tranquilidad y su habilidad para mantener la calma en cualquier situación. Siempre llevaba consigo una sonrisa y un corazón lleno de paz. Un día, en la escuela, se desató un conflicto entre dos grupos de amigos: los que jugaban al fútbol y los que preferían las actividades artísticas.

Mientras Lucas disfrutaba de su almuerzo, escuchó a sus compañeros gritando y discutiendo en el patio. Atraído por el ruido, se acercó y vio a Carla y a Tomás, los líderes de cada grupo, frente a frente.

"¡Esto es un desastre! No podemos seguir así!" - decía Carla, agitando los brazos.

"¡Tú siempre quieres hacer lo tuyo! No puedo creer que no puedas jugar al fútbol!" - respondía Tomás, frunciendo el ceño.

En lugar de unirse a la pelea, Lucas respiró hondo y decidió intervenir. Se acercó a los enojados amigos y les dijo con su voz suave:

"Chicos, ¿por qué no tratamos de encontrar una solución en lugar de pelear?"

Ambos se quedaron en silencio, sorprendidos por la calma de Lucas.

"¿Qué solución querés?" – preguntó Carla, con desconfianza.

"Podríamos organizar un día de actividades combinadas. Así podemos jugar al fútbol y también disfrutar de las manualidades. Todos podrían participar y divertirse," - sugirió Lucas.

Tomás miró a Carla y luego a Lucas.

"Pero, ¿quién se encarga de las manualidades?" - preguntó con duda.

"Podemos hacer equipos y dividirnos. Algunos jugamos en la cancha y otros creamos arte, y después podríamos intercambiar roles. ¿Qué les parece?" - continuó Lucas, su mirada tranquila iluminando a sus amigos.

Ambos grupos se miraron entre sí, y así, como si una chispa de esperanza hubiera encendido una luz, comenzaron a discutir sobre cómo llevar a cabo la idea de Lucas. Carla tomó la iniciativa:

"¡Me encantaría hacer unos murales después del partido!"

"Y nosotros podemos hacer un torneo de fútbol y premiar al mejor jugador!" – agregó Tomás, comenzando a sonreír.

Lucas sintió una alegría profunda al ver a sus amigos a punto de encontrar una solución pacífica.

Con el tiempo, llegaron al gran día del evento. El patio de la escuela estaba dividido en dos áreas: una con una cancha de fútbol y otra llena de pinturas y materiales. En el aire flotaba la risa mientras todos se unían en diferentes actividades.

Al final de la jornada, todos los chicos coincidieron en que había sido el mejor día de todos. Los murales que habían pintado juntos también contaban la historia del día, fusionando el arte y el deporte en una representación de unidad.

Carla se acercó a Lucas, y con una gran sonrisa le dijo:

"Gracias, Lucas. Tu paz interior nos ayudó a resolver el conflicto y a divertirnos todos juntos."

"Sí, gracias por mostrar que siempre hay una mejor manera de hacer las cosas" - agregó Tomás.

Desde ese día, Villa Sonrisa nunca volvió a ser igual. Gracias a la paz interior de Lucas, todos aprendieron que, aunque puedan tener diferentes intereses, siempre es posible encontrar un camino en común. Y así, el pequeño pueblo se llenó de risas y colores, todo por un niño que sabía escuchar y unir.

Y así, Lucas siguió espaldiendo su paz interior por todo el pueblo, demostrando que la paz en el corazón puede resolver hasta los conflictos más difíciles.

FIN.

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