La pequeña Panélope y el misterio del rancho



En un hermoso rancho en el campo argentino, vivía una niña llamada Panélope. Era una niña curiosa y valiente, siempre dispuesta a vivir nuevas aventuras. En su rancho, además de su familia, todos los días se encontraban su fiel amiga la vaca Lulú, el juguetón chanchito Ramón y el pato Mateo, que siempre estaba buscando algo que hacer.

Un día, mientras Panélope estaba jugando en el campo, escuchó un sonido extraño que venía del granero. Ella, con su carácter aventurero, decidió investigar.

"- ¿Qué fue eso?" - se preguntó Panélope, mientras se acercaba lentamente al granero.

"- ¡No te acerques!" - graznó Mateo, el pato, desde un costado.

"- ¿Por qué no?" - le contestó Panélope, emocionada.

"- Podría ser un monstruo, o un fantasma. ¡No sabemos qué hay ahí!" - dijo Ramón, el chanchito, tratando de asustarla.

"- ¡Ni se te ocurra!" - exclamó Lulú, que estaba rumiando cerca. "- Es mejor que investiguemos juntos. No hay que tenerle miedo a lo desconocido."

Panélope sonrió al escuchar a su amiga la vaca. "- Claro, iremos juntos. ¡Vamos, equipo!" - exclamó.

Los cuatro amigos se acercaron al granero. Cuando llegaron, encontraron que la puerta estaba entreabierta y el sonido seguía proveniendo de adentro. Panélope tomó un profundo respiro, y empujó la puerta. Un chirrido rompió el silencio, pero lo que vieron adentro no fue un monstruo. Era un pequeño gato negro que jugueteaba con una bola de hilo.

"- ¡Es solo un gatito!" - dijo Panélope, riendo. "- No hay por qué tener miedo."

"- ¡Ay! Menos mal, pensé que nos comía a todos!" - exclamó Ramón, aliviado.

"- ¡Hola, pequeño amigo!" - saludó Mateo al gato. "- ¿Por qué estás aquí solo?"

El gatito, con una voz suave, respondió: "- Me perdí de mi hogar y solo quiero volver."

Panélope sintió un nudo en el corazón. "- No te preocupes, te ayudaremos a encontrar a tu familia."

Lulú, siempre la más sabia del grupo, propuso: "- Tal vez deberíamos preguntarle a quien haya estado por aquí antes. Siempre hay un viejo sabio en las cercanías del rancho."

"- ¿Quién es ese viejo sabio?" - preguntó Mateo.

"- Es Don Pedro, el gallo de la granja vecina. Siempre tiene buenos consejos," - dijo Lulú.

Decididos a ayudar al pequeño gato, los cuatro amigos se aventuraron hacia la granja de Don Pedro. Cuando llegaron, lo encontraron picoteando el suelo, buscando granos.

"- Buenas tardes, Don Pedro," - saludó Panélope. "- Necesitamos tu ayuda. Este gatito se perdió y quiere volver a casa. ¿Sabés cómo podemos ayudarlo?"

"- Claro que sí, pequeña. Si escuchamos bien, tal vez podamos oír los maullidos de su familia. Ven, acerquémonos al campo de flores. A veces, los gatos se encuentran en los lugares que más les gustan." - explicó Don Pedro.

El grupo, emocionado, siguió a Don Pedro. Al llegar al campo de flores, empezaron a llamar al gatito. "- ¡Miau! ¡Miau!" - dijo el gato, intentando imitar a los demás. Panélope y sus amigos esperaron en silencio.

De repente, desde lejos, comenzó a llegar un suave maullido. El pequeño gato comenzó a saltar de alegría. "- ¡Es mi mamá!" - gritó, y todos comenzaron a correr hacia el sonido.

Al llegar a una pequeña colina, encontraron a una hermosa gata atigrada, que esperaba ansiosamente a su pequeño. "- ¡Miau!" - decía, moviendo su colita con alegría.

El pequeño gato corrió hacia su madre, que lo abrazó con su patita. "- ¡Gracias, gracias, gracias!" - decía el gatito, y todos los animales del rancho aplaudieron con sus patas.

"- ¡Mirá qué felices están!" - dijo Panélope, sonriente. "- No hay nada mejor que ayudar a un amigo."

La gata, muy agradecida, les dijo: "- Ustedes son un gran grupo de amigos. Nunca hay que tener miedo de ayudar a los demás."

"- ¡Eso lo sabemos!" - exclamó Lulú. "- Siempre juntos, somos más fuertes."

Panélope contempló aquel hermoso momento y se sintió feliz de poder ayudar. Desde entonces, aprendieron que la verdadera amistad y el valor de ayudar a otros era lo que hacía fuertes a sus corazones.

A partir de ese día, Panélope, Lulú, Ramón, Mateo y el pequeño gato se unieron en un lazo de amistad que duraría para siempre, viviendo aventuras y ayudando a todos los seres que encontraran en su camino, demostrando que el amor y la amistad son las mayores fuerzas en el mundo.

Y así, cada tarde, Panélope regresaba al granero, pero esta vez, ya no tenía miedo a lo desconocido, porque sabía que siempre tendría a sus amigos a su lado.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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