La Princesa que le Gustaba Comer Galletas



Érase una vez, en un reino no muy lejano, una princesa llamada Sofía. Sofía tenía una peculiaridad: ¡adoraba las galletas! Desde que era pequeña, cada vez que celebraban un cumpleaños, Sofía no pedía torta ni pastel, sino una torre de galletas de todos los sabores y colores.

Un día, mientras exploraba los jardines del castillo, Sofía se encontró con una anciana misteriosa. Llevaba un cesto lleno de galletas de todo tipo.

- “¡Hola, pequeña! ” - dijo la anciana con una voz suave. - “¿Te gustaría probar una galleta mágica? ”

Los ojos de Sofía brillaron con curiosidad.

- “¿Mágica? ¿De verdad? ”

La anciana asintió con entusiasmo y le ofreció una galleta brillante con chispas de colores. Sofía no pudo resistirse y con un mordisco, sintió una chispa de energía recorrer su cuerpo.

- “¡Esto es increíble! ” - exclamó, dando saltitos de alegría.

Pero pronto, algo extraño comenzó a pasar. Sofía se dio cuenta de que cada vez que comía galletas, crecía un poco más. Primero, fueron solo unos centímetros, pero pronto se convirtió en algo incontrolable.

- “¡Ayuda! ¿Qué está pasando? ” - gritó, mientras se asomaba por encima de los árboles.

La anciana, viendo el desaguisado, le dijo. - “Las galletas mágicas son solo para disfrutar en pequeñas cantidades. Si comes demasiado, perderás el control de ti misma.”

Sofía se sintió abrumada. Nunca había pensado que su amor por las galletas podría llevarla a una situación tan complicada.

- “¿Qué puedo hacer? ” - preguntó desesperada.

La anciana sonrió con ternura. - “Debes aprender a compartir tu pasión por las galletas con los demás y no consumirlas sola. Eso te ayudará a encontrar el equilibrio.”

Sofía pensó en todos sus amigos en el castillo y en cómo siempre disfrutaban de las galletas juntas en las meriendas.

- “¡Es verdad! Nunca compartí mis galletas mágicas.”

Entonces, con la ayuda de la anciana, Sofía comenzó a invitar a todos sus amigos a una gran fiesta de galletas en el jardín del castillo. Prepararon galletas de chocolate, con nueces, de mantequilla y muchas más.

A medida que los niños llegaban y compartían risas y galletas, Sofía sintió que su corazón se llenaba de alegría y amor. Notó que al compartir, no solo disfrutaba más, sino que también quedaba satisfecha sin necesidad de comer de más.

- “¡Esto es lo mejor de todo! ” - gritó Sofía mientras daba un gran abrazo a la anciana, que observaba la fiesta con una sonrisa.

- “Siempre es mejor compartir lo que amamos,” - agregó la anciana.

Desde ese día, Sofía se convirtió en la reina de las galletas, organizando meriendas y fiestas para compartir con todo su reino. Aprendió que la verdadera alegría de comer galletas no estaba solo en el sabor, sino en los momentos y las risas compartidas con quienes más amaba.

Y así, la princesa que amaba las galletas hizo de su pasión una celebración constante de amistad y unión en el reino. Y cada vez que alguien probaba una de sus galletas, ¡sabía que estaba degustando un pedacito de felicidad!

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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