La Princesa y el Robot Amigo



Érase una vez, en un reino lejano, una princesa llamada Lía. A pesar de vivir en un hermoso castillo, Lía se sentía sola. Sus días transcurrían entre los jardines llenos de flores y los salones de mármol, pero anhelaba tener un amigo con quien compartir sus aventuras.

Un día, mientras exploraba la biblioteca del castillo, Lía encontró un viejo libro de inventos. Al leerlo, una idea brillante surgió en su mente: ¡crear un robot que pudiera ser su amigo! Así que decidió comenzar su proyecto.

Lía fue al taller del castillo y comenzó a reunir diferentes materiales: tuercas, tornillos, piezas de metal y, por supuesto, su imaginación. Después de días de trabajo arduo y experimentos, por fin encontró la forma de darle vida a su creación.

Con una chispa mágica que había heredado de su madre, Lía pronunció: "¡Robot! Anímate y acompáñame en mis aventuras!". De repente, el robot cobró vida. Lía lo llamó Nito.

"¡Hola, Lía! ¿Qué soy?" - preguntó Nito, moviendo los brazos de manera torpe.

"Eres mi mejor amigo, Nito. Juntos vamos a vivir grandes aventuras."

Lía y Nito comenzaron a explorar el maravilloso bosque que rodeaba el castillo. Jugaron al escondite entre los árboles, hicieron una carrera hasta el arroyo y recolectaron flores de todos los colores.

Sin embargo, un día, mientras jugaban cerca de un puente colgante, Lía notó algo extraño. Un grupo de animales se había quedado atrapado en la orilla del río.

"¡Nito! Hay que ayudarlos!" - gritó Lía, observando con preocupación.

"Pero, Lía, no sé nadar..." - respondió Nito, angustiado.

"No importa, Nito. Usaremos tu inteligencia y fuerza para encontrar una solución."

Nito pensó por un momento y, usando su ingenio mecánico, construyó un pequeño puente con ramas y cuerdas que unió ambas orillas. Los animales, asustados pero curiosos, se acercaron y cruzaron el puente hacia un lugar seguro.

"¡Lo hiciste, Nito!" - exclamó Lía, abrazándolo con alegría.

"¡Lo hicimos, amiga!" - respondió Nito, feliz por haber ayudado.

Con el tiempo, Lía y Nito se convirtieron en los héroes del bosque. Otros animales del reino comenzaron a confiar en ellos, y cada vez que un problema surgía, allí estaban para ofrecer su ayuda. Desde rescatar pájaros atrapados hasta ayudar a las ardillas a construir sus nidos.

Pero no todo era fácil. Un día, mientras exploraban un rincón desconocido de la selva, encontraron una cueva oscura. Al entrar, Nito se apagó de repente, dejando a Lía sola en la penumbra.

"¡Nito! ¿Dónde estás? ¡Despierta!" - gritó Lía, asustada.

No era momento para rendirse. Recordó que, aunque Nito era un robot, tenía un corazón noble. Así que decidió encontrar la forma de reactivarlo. Lía recorrió la cueva y encontró unos cristales brillantes que parecían tener energía.

"Quizás estos cristales sean lo que Nito necesita" - pensó, y rápidamente llevó uno a su amigo.

Con mucho cuidado, lo colocó en el corazón de Nito.

"¡Despierta, Nito!" - rogó Lía.

De repente, Nito parpadeó y volvió a encenderse, mirando a su alrededor confundido.

"¿Qué pasó?" - preguntó nuevamente, esta vez con una voz más suave.

"Te encontré en la cueva. Usé un cristal mágico para traerte de vuelta. ¡Te extrañé!" - respondió Lía emocionada.

Juntos, salieron de la cueva y, a partir de ese día, Lía comprendió que su amistad y colaboración eran más poderosas que cualquier miedo. Ella y Nito siguieron teniendo aventuras, siempre ayudando a quienes lo necesitaban. Y así, el reino no solo ganó una princesa valiente, sino también un robot amable, demostrando que la verdadera amistad puede surgir de los lugares más inesperados.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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